Escondite bohemio en Denia

Bohemio. Hippy. Étnico. Campestre. Este verano vuelve a ponerse de moda el denominado estilo boho, el mismo que en 2004 coronó a Sienna Miller como la reina del Festival de Glastonbury. Lo llevan las celebrities en sus posados y se impone en la decoración de interiores, quizá porque el blanco ibicenco combina bien con esos vibrantes colores que han dado pie a los hoteles más chic del Pinterest mediterráneo, también bautizados como Boho, en las islas griegas de Miconos y Santorini.

Este de Denia, nada que ver con los anteriores, ha sido un empeño vintage de Mila Simo y Roberto Pérez Calderón en el camino de escape hacia el Montgó alicantino. Una escapada oportuna les puso sobre la pista de una antigua casa señorial con suficiente espacio para incrustar seis únicas suites y una pieza polivalente donde hacen vida de hogar, reciben a sus huéspedes, les ponen música, acercan unos sillones para la cerveza vespertina y extienden los desayunos a la mañana siguiente. Frutas frescas, semillas naturales, elaboraciones a la vista de todos, jovialidad en la conversación. Afuera aprieta el sol, por muchas velas latinas que apenumbren el patio de Boho Suites.

Un buda sedente de madera añade el previsible toque oriental de lo boho. Cuelgan en medio de la nada los mantones y las alfombras, los ventiladores y los espejos emplumados. Por ahí perdidos, unas sillas azules y un gran cactus. Alrededor de la piscina, muy diminuta, se yerguen unas sombrillas como aquellas que ambientaban los palacios de los marajás. Una barra al aire libre augura noches de flash Instagram.

Tres de las suites salen al jardín: Arenetes, prendida por la mirada casi extraviada de una joven africana; Punta Negra, marcada por otra africana y un plumaje siux con el que jugar; Granadella, más África en la retina. Las otras tres piezas dan al patio, resguardadas de la alta luminosidad exterior por una persiana de esparto: Baladrar, con un cabecero de tablas importadas de India; Portixol, con un lavabo de piedra horadada, y Moraig, la más neutra, ofrecida como el encuentro del huésped consigo mismo.

La auténtica experiencia zen se vive en las camillas de masajes habilitadas en un extremo de la finca para las terapias místicas del reiki, la reflexología podal y el masaje metamórfico. ¿Que qué es esto último? Mejor será preguntárselo a la maestra invitada para estas liturgias, Alicia Yagüe.