Rellenar chorizos con un bate de béisbol no fue lo más difícil que hicieron los primeros emigrantes españoles en EE. UU.
La exposición ‘Emigrantes invisibles’, en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid indaga en la vida de cotidiana de los que huyeron de la miseria a principios del siglo XX


La familia Goyanes se acostumbró a rellenar los chorizos con la ayuda de un bate de béisbol. Aunque la receta era la misma que usaban en Corullón (Bierzo), la miseria y la desigualdad social de finales del siglo XIX les obligó a mudarse a Cleveland (Ohio). Más o menos por lo mismo pasaron los Pliego, quienes siguieron disfrutando de sus picnics y sus tortillas en Newburgh, Nueva York, muy lejos de su Cádiz de procedencia.

Estos son solo algunos de los miles de campesinos españoles que, a finales del siglo XIX y principios del XX, emigraron a EE UU. Huyendo de la falta de oportunidades y del caciquismo, llegaron allí junto a millones de inmigrantes de todas partes.
“Como todo emigrante, los españoles intentaron conservar contra viento y marea las sensaciones más íntimas de su identidad, los sonidos de la lengua, y los sabores y olores de la cocina, sobre todo. La lengua, con suerte, logró sobrevivir una o dos generaciones en el gran crisol estadounidense; las recetas de cocina, un poco más, aunque siempre adaptadas a los productos disponibles en el país anfitrión”, explica James D. Fernández, comisario, junto al periodista y cineasta Luis Argeo, de la exposición Emigrantes invisibles, que abrió sus puertas en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid el pasado 5 de enero.

Si algo puede comprobarse a través de esta muestra es que, a pesar de las penalidades a las que se vieron sometidos y los esfuerzos y dificultades de adaptación a los que tuvieron que enfrentarse, estos españoles siguieron manteniendo la costumbre de reunirse alrededor de la mesa para compartir lo poco que tenían. “El mantel era uno de sus puntos de encuentro principales”, señala Fernández, descendiente de asturianos y catedrático de la New York University. “El picnic o gira campestre era una forma cultural muy popular en EE UU en los años veinte y treinta, y cada colectivo de inmigrantes lo podía adaptar a su gusto”.
Aunque las recetas sobrevivían, manteniéndose las cocinas tradicionales de cada región dentro de los hogares, no consiguieron abrirse camino en las calles estadounidenses, a diferencia, por ejemplo de la que llevaron otros emigrantes, como los italianos o los chinos. ¿Por qué? James D. Fernández responde: “Esa es la pregunta del millón. ¿Por qué decimos que son invisibles estas decenas de miles de españoles? Porque eran pocos, en términos relativos, y acabaron asimilándose plenamente a la cultura mainstream estadounidense en muy poco tiempo”.

La muestra, que recoge más de 300 fotografías de la vida cotidiana de estos emigrantes olvidados, no se limita a la faceta gastronómica de sus protagonistas, también cuenta con documentos y testimonios reales que explican, en palabras de Fernández, “la epopeya que vivieron de aquellos hombres, mujeres y a menudo familias enteras: cartas y postales, grabaciones, pasajes de barco, listas de pasajeros, menús, páginas del censo, permisos de residencia, convocatorias y llamamientos, anuncios comerciales…”. Además, escritores como María Dueñas, Kirmen Uribe, Manuel Vilas y Cristina Pato se han sumado al proyecto firmando cada uno de ellos un microrrelato basado en las postales que forman parte de la muestra.
Hasta ahora, el legado cultural y gastronómico de estos emigrantes españoles, así como el patrimonio fotográfico y documental que heredaron sus descendientes, había quedado consignado al ámbito familiar e íntimo. Esta exposición pretende convertirlo en patrimonio de todos.
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