De la queja por ser mileurista al sueño de serlo
España es el segundo país de la UE con mayor tasa de temporalidad y se concentra sobre todo entre los jóvenes


España es el segundo país de la UE con mayor tasa de temporalidad. Solo Polonia la supera. El 26,1% de los trabajadores no tienen contrato fijo, casi el doble que la media comunitaria (14,1%). Y la mayor parte de la temporalidad se concentra en los más jóvenes. En la franja de edad de 15 a 24 años, alcanza el 72,9%, frente al 43,8% de media europea. Casi 30 puntos de diferencia es una gran brecha. Los últimos datos de Eurostat muestran que la precarización de la vida laboral en España se concentra en los jóvenes: no solo sufren más paro, sino que cuando encuentran trabajo, es más inseguro y más precario que en el resto de Europa. La brecha laboral se ha convertido en el principal ingrediente de la brecha generacional, y eso puede tener consecuencias políticas de gran alcance.
La estadística no dice nada que no veamos cada día a nuestro alrededor, pero permite comparar y contextualizar. Y comprobar, una vez más, que la situación del mercado laboral español no es fruto de ninguna fatalidad bíblica inapelable, de ningún castigo de los dioses, sino de unas políticas muy concretas que están dando unos resultados que eran previsibles. Las cifras de Eurostat demuestran que las cosas pueden hacerse de otra manera. Si otros países presentan estadísticas mucho más favorables es porque lo están haciendo mejor y si a nosotros nos va tan mal es porque lo hacemos mucho peor. O permitimos que los gobernantes lo hagan peor.
La reforma laboral de 2012 debía eliminar la dualidad del mercado de trabajo. Con este argumento al menos la justificó el Gobierno del PP al aprobarla gracias a su mayoría absoluta. El resultado ha sido el contrario: no solo no ha eliminado la dualidad sino que ahora tenemos salarios más bajos, mayor temporalidad y más empleo a tiempo parcial, especialmente entre jóvenes. Podríamos decir que ha servido para despedir a los padres con facilidad y contratar a los hijos con menos salario y menos seguridad laboral.
Hay una imagen que refleja muy bien el cambio a peor que ha dejado la crisis. Antes de la caída de Lehman Brothers que prendió la gran crisis financiera de 2008, ser mileurista era motivo de queja porque representaba el eslabón salarial más bajo. Abundaban los artículos en los que se consideraba una remuneración insuficiente, inaceptable. Ahora, la aspiración de muchos jóvenes muy bien formados es ser por lo menos mileuristas y están lejos de poder serlo. Y antes de la crisis, la nómina, aunque mileurista, llegaba puntual a fin de mes. Ahora, esa seguridad también se ha esfumado. Muchos de quienes tienen la suerte de trabajar empalman contratos de días o semanas y nunca saben cuánto cobrarán.
En eso ha consistido la devaluación interna con la que se ha hecho frente a la crisis. Las manifestaciones de este 1 de Mayo han puesto el foco en los salarios. Los sindicatos insisten en la necesidad de recuperar poder adquisitivo porque sin él tampoco hay consumo y la economía carece de combustible para crecer. Con salarios de 800 euros y un paro tan alto, no hay Estado de bienestar que resista.
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