La fibra sensible
A mediados del XIX, las modelos todavía no habían desplazado a las modistillas en la imaginación de los mujeriegos

Explorando Lavapiés una helada tarde del pasado invierno, me topé con una extraña intervención: los bolardos que separan calzada de acera en la calle del Amparo habían sido cubiertos por unas coloridas fundas de lana tricotada. Calentar hierro. Me conmovió esta humanización poética de la selva urbana, pero también me sorprendió, pues las labores de aguja han simbolizado el confinamiento de las mujeres en el ámbito doméstico y la esclavización de artesanas y obreras en fábricas y telares. En Las celdas (Museo Guggenheim, Bilbao, hasta el 16 de septiembre), Louise Bourgeois recuerda la advertencia de su madre: “Las mujeres no deben ser sólo artesanas, deben tener una carrera. Tú te mantendrás lejos de la aguja”. Yo, de niña, huí de mis labores y me negué en rotundo a aprender a hacer ganchillo. Era capaz de pasarme largas y solitarias horas practicando Bach y el maldito Czerny para sacarme la carrera de piano, pero nunca hubiera perseverado en el ganchillo. En la contienda Bach versus ganchillo, Bach ganaba de calle.
La persistencia de la aguja como forma de sustento es tan profunda que cuando mi madre se deshizo de su vieja máquina de coser Singer, mi madrina lo juzgó una mala decisión. Temía que yo pudiera necesitarla en un sombrío futuro. Por aquel entonces, yo me había doctorado, ejercía como docente freelance (bonita palabra) y seguía sin dar puntada. Sin embargo, no le faltaba razón a mi tía: la precariedad acecha. Por ello, me estremecí viendo morir a Mimí, la dulce bordadora de flores protagonista de La bohème (Gran Teatro del Liceo, hasta el 8 de julio). Enferma de tuberculosis, a Mimí la abandona Rodolfo, su amor, para que encuentre un amante rico que la proteja y le pague la calefacción (dícese pobreza energética). A mediados del XIX, las modelos todavía no habían desplazado a las modistillas en la imaginación de los mujeriegos. Pronto, Mimí vivirá calentita e infeliz con un vizconde al que dejará, ya agonizante. Si no fuera porque la rescata una amiga, hubiera muerto sola en la calle.
Todavía lloro, pero no estoy sola. El craftivismo (craft, artesanía, más activismo) tricota por mí bancos, tanques, bolardos y pistolas. All you need is knit (tejer). El World Wide Knit celebró el día mundial de tejer en público contraponiendo la domesticidad acogedora, solidaria y amable a la comunicación virtual, el materialismo y el consumo. Démosle la vuelta al calcetín. Tras el solsticio, empieza a acortarse el día. Mientras, yo sigo tecleando; sin mitones. Sol y fuego. ¿Quién teme ahora al invierno?
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