Pedro, Pablo y Génova: la ópera
Sin pretenderlo, Giuseppe Verdi ya había descrito y anticipado en 'Simon Boccanegra' las claves de la política española contemporánea
Será casualidad que la ópera transcurra en Génova. Y será casualidad que los protagonistas se llamen Pedro (Pietro) y Pablo (Paolo). Y será casualidad incluso que la trama aluda a un cambio político que tiene su origen en el descontento popular. Y que reclama entre exclamaciones el poder para la ciudadanía: “El hombre que nos gobierne saldrá de entre los nuestros”.
Es un pasaje del coro inaugural de Simon Boccanegra, ópera de Giuseppe Verdi que ha adquirido sin pretenderlo un extraordinario valor premonitorio a cuenta de la analogía con la situación política contemporánea.
Y el mérito no es tanto de Verdi, ni de su libretista, Francesco Maria Piave, como de Antonio García no Ferreras sino García Gutiérrez, dramaturgo romántico y gaditano que había escrito Simón Bocanegra en 1843 predisponiendo a su vez la extrapolación dramática y política de la ópera italiana.
De hecho, también aparece Rajoy, un político desengañado, exhausto, que representa el antiguo régimen y que languidece en la ingratitud, aunque Piave no lo llama Mariano, sino Fiesco. Y lo retrata absorto porque Paolo, su gran rival, ha puesto el cetro en las manos del corsario Boccanegra, epígono involuntario de Pedro Sánchez en el furor revanchista de la trama. “Patricios aborrecibles, allí donde habita vuestro orgullo, subiré yo, un plebeyo despreciado”, proclama el personaje de Pablo.
Quiere decirse que el Iglesias de Verdi, como el contemporáneo, no accede a la presidencia, pero sí organiza la conspiración para derrocar a Fiesco (Rajoy) y convertir a Boccanegra (Sánchez) en el jefe del Gobierno, todo ello mientras Soraya Sáenz de Santamaría, a quien llamaremos Amelia en la ópera, advierte de la caída de la sede del PP y del nido de conspiradores: “Ahí se alza Génova, sobre el lecho espumante. Allí imperan tus enemigos, en vano esperas vencerlos...”.
Es una drama oscuro, hermético, con predominio de voces graves y con dobleces argumentales que desquiciaron a Verdi. Por eso corrigió en el año 1881 la versión original de 1857, remarcando incluso la dimensión política de la ópera en la euforia de la independencia republicana.
Se explican así las metalecturas de la obra. Que transcurre originalmente en la Génova del siglo XV y cuyos diálogos, al mismo tiempo, incitan un asombroso juego de espejos, sobre todo cuando Pablo (Paolo) se arrepiente de haber urdido la subida al poder de Boccanegra. “Tú, que me ofendes, a pesar que me debes el trono, aquí conjuro tu destino, en esta hora fatal”.
Recordemos, si hiciera falta, que Paolo Iglesias se atribuyó los poderes para hacer presidente a Pedro Sánchez. Y que quiso gobernar España desde la sombra, aunque no debe aceptarse el antecedente de Verdi como una premonición literal. Porque en ese caso, la vida política de Pablo se expone a un brutal escarmiento: ”¡Me maldije a mí mismo! ¡La maldición aún me persigue y el aire todavía tiembla!... Vilipendiado, expulsado del Senado y de Génova, aquí preparo la última flecha antes de huir”.
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