Los platos son los nuevos discos
La 'platofobia' está alcanzando su paroxismo en todo el planeta, por lo que comienzan a surgir movimientos de lucha que reivindican los llanos y hondos de toda la vida


Cada cual tiene sus inquietudes sociales. A mí, por ejemplo, me invade la compasión cuando veo sectores profesionales destruidos por la modernidad. Padecí por los reveladores de fotos, los vendedores de VHS vírgenes o, fíjense hasta dónde llega mi empatía, por Rosario y Chenoa cuando les pirateaban los CDs. Ahora mi corazón sufre por los fabricantes de platos, próxima especie amenazada del siglo XXI.
Si ustedes van a restaurantes con pretensiones, se habrán dado cuenta que servir la comida en vajilla convencional no mola. Todo empezó, hace años, con las pizarras: al principio el sushi quedaba mono sobre ellas, pero la moda se nos fue de las manos y en tu mesa podía aparecer el encerado del colegio con un mondongo de fabada en una esquina. Las tablas de madera, las latas y los tarros cuquis de cristal las han sucedido en la era hipster, a la vez que la alta cocina promueve delirios rococós como la “porcelana multisensorial” de Arzak.
La platofobia está alcanzando su paroxismo en todo el planeta, por lo que comienzan a surgir movimientos de lucha que reivindican los llanos y hondos de toda la vida. Uno de los más exitosos lo encabeza We Want Plates, cuenta de Twitter que recopila excesos loquísimos en este campo. Allí podemos deleitarnos con pan servido en zapatillas de estar en casa, salchichas con puré en copas, pollos asados en cestas de mimbre o lasañas en frascos. Algunas imágenes encapsulan toda la histeria reciente de la restauración a la vez que evocan la muerte por obstrucción arterial, como el combinado de huevo frito, lomo y chips sobre pala de cavar.
Reconozco que presentar la comida en una mini cocotte o una mini sartén puede quedar rústico a la par que apetitoso (no tanto si la pones en un mini váter, acto registrado por We Want Plates en Taiwán). Lo que no comprendo es la fiebre de inventar artefactos cada vez más incómodos para el comensal porque tú has decidido que eres muy original y que vas a dejar boquiabiertos a los pacos martínez soria y las linas morgan que caigan por tu local.
También debo decir que hay cosas peores que la bandeja con papel parafinado o la cestita metálica para las patatas fritas que asolan nuestros restaurantes. Horrores que llevan desde los ochenta entre nosotros, como el plato cuadrado o el sopero con medio metro de borde que si le das la vuelta se convierte en ovni o en sombrero del Quijote. Si estos monstruos primigenios desaparecen con las nuevas tendencias, la extinción porcelánica habrá valido la pena.
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