Ataques en el ciberespacio
Los hackers se hacen con millones de claves de clientes de JP Morgan

JP Morgan Chase ha informado (a Wall Street, como mandan los cánones) de una invasión masiva de hackers en sus sistemas informáticos. La protección de uno de los principales bancos del mundo ha sido asaltada sin problemas, lo cual significa que el mundo virtual (el ciberespacio) en el que está anclado el mundo real es tan seguro como una selva tropical. Los piratas accedieron a los datos de 76 millones de unidades familiares y 7 millones de empresas, una extensión de daños considerable. Morgan asegura que los activos y las cuentas no estuvieron en peligro; sólo quedaron desprotegidos los datos de contactos con los clientes.
Pero tal precisión no alivia el desasosiego. No sabemos (o no estamos en condiciones de saber; quizá Morgan sí) por qué los hackers se detuvieron en ese punto: si fue porque las cuentas estaban mejor protegidas o porque los intrusos consiguieron lo que buscaban; es decir, valiosa información sobre los clientes (teléfonos, e-mails). Otras empresas estadounidenses han sufrido oleadas de ataques, con daños incluso superiores a los de Morgan. Por ejemplo, eBay, Target y Home Depot.
]Quizá no haya razones para la alarma y todo sea una simple operación de robo comercial de datos; quizá estemos, como supone el atacado Morgan, ante un ‘programa malicioso’ de explicación retorcida, que puede resumirse en daños sin objeto lucrativo causados por un competidor o competidores. Pero es tentador imaginar un poder en la sombra de piratas informáticos, algo así como el Doctor Mabuse de la red que se complace en organizar demostraciones de poder para sembrar la incertidumbre en el sistema. En cualquier caso, la proliferación de ataques informáticos torpedea la confianza en la seguridad bancaria y empresarial.
La inseguridad procede de la desinformación. Los sistemas sofisticados no pueden impedir la irrupción de los hackers ni precisar el origen geográfico o logístico del ataque. La fe que depositamos en quienes guardan nuestro dinero ha vivido hasta ahora de un recurso infalible, pero paradójico: contratar a los mejores piratas para que diseñen protecciones que ellos mismos no sepan perforar. La eterna carrera entre espada y escudo. Hasta que llegue el Mabuse informático.
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