Mi encuentro con Gabo
Hace más de una década conocí a Gabriel García Márquez en la entrega del Premio Anual de Ensayo Literario Hispanoamericano Lya Kostakowsky. Sin saber cómo ni por qué me encontré solo platicando con él. Un auténtico privilegio. Me contó sus vivencias en la Barcelona del final del franquismo, donde residió, concibió y nacieron sus hijos de 1966 a 1975. Con sólo pasearse por las ramblas de la Barceloneta de ese tiempo la inspiración le afluía para escribir una gran novela: El otoño del patriarca, espejo de la decadencia del régimen que había gobernado 36 años de historia de España. Sin embargo, me confesó que le gustaba más la España de entonces. La de ahora exigía a su Colombia visado para penetrarla. Traté de explicarle que esa resolución provenía de la Europa comunitaria decidida por sus entonces 15 Estados miembros. No atendía a razones. Me juró que no pisaría España mientras estuviera en vigor esa disposición y lo cumplió.
Me refirió que no soporta escribir por encargo. Se sienta a escribir y de repente se produce un clic que es la inspiración y todo se aclara; “es más”, añadió, “yo no debería firmar la novela porque realmente no sé quién la ha escrito”. Me confesó que tiene dudas gramaticales y ortográficas que descolocan a sus correctores. En la página 240 de su autobiografía califica su ortografía como “drama personal”.
Le presenté una edición antigua y usada de su El coronel no tiene quien le escriba, título al que añadió con una facilidad que solo dan años de repetición del mismo acto, “pero Luis sí”. Le comenté la diferencia entre la sartén y el sartén, aclarándome que hacía unos años en Colombia se utilizaba el sartén pero ahora la sartén. Le espeté sobre su repetido uso de la “y” seguida de una coma a lo que me replicó que se trataba de una “y” reflexiva.
Su amistad personal con los amos de vidas y haciendas cubanas, los Castro, es algo difícil de comprender en la mente libertaria de un gran intelectual y el mejor escritor en español después de Cervantes.
¡Larga vida a Gabo!— Luis Peraza Parga.
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