Guillotina
En el artículo que publiqué el domingo pasado, con el título de Guillotina, se produjeron algunos errores. La guillotina del ordenador entró en funcionamiento y cortó la cabeza del doctor Guillotin, quien dio nombre a este artefacto de matar, y en el texto quedó como el doctor Guillot. A continuación se dice que este señor murió guillotinado, una leyenda que se ha perpetuado como una ironía literaria de todos los revolucionarios que se han visto obligados a probar su propia medicina. Realmente murió de ántrax. Los que vamos a morir decapitados, si la crisis económica junto con la miseria moral no remite, somos nosotros, unos más y otros menos.— Manuel Vicent.
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