La fama le impide huir
El público quiere saber cómo se pasa de arquetipo de la superación a presunto asesino

El atleta Oscar Pistorius ha eludido la cárcel como presunto autor de los cuatro disparos que acabaron con la vida de su pareja, la modelo Reeva Steenkamp, en el Día de San Valentín. Esto no le pone a cubierto de una futura condena a cadena perpetua, pero seguir en libertad hasta el juicio es un gran paso para este icono del deporte, cuyos abogados sostienen que disparó contra la mujer accidentalmente y no a sangre fría, tomándola por un asaltante de la casa en la que ambos se encontraban.
Los medios de comunicación se han lanzado sobre esta historia con avidez. No solo por tratarse de un fuera de serie, repentinamente convertido en villano, sino por el hecho de que haya sucedido en Sudáfrica, patria de personas tan admiradas como Nelson Mandela y el propio Pistorius, el deportista que ha llegado a lo más alto de los Juegos Paralímpicos corriendo con piernas artificiales, y que además logró competir con velocistas sin discapacidad en los Juegos Olímpicos de Londres.
Al misterio contribuye la sorprendente retirada del policía asignado al caso, un agente investigado por el tiroteo contra un taxi colectivo ocupado por siete personas, para obligarle a detenerse. Ese hecho ocurrió en 2009 y el asunto se cerró sin declaración de responsabilidad. De pronto, en plenas pesquisas por el caso Pistorius, ese viejo asunto ha quedado reabierto. Y además el abogado del atleta ha frito al policía, atribuyéndole haber contaminado las pruebas. El inspector ha sido relevado.
Visto lo visto, el juez se ha puesto ecléctico: ni da la razón a la fiscalía ni acepta sin más la versión de los abogados. Así que impone una fianza equivalente a 85.000 euros, que no es gran cosa para una leyenda monetizable, millonario gracias a sus patrocinadores. Es tan conocido que no podría huir ni vivir como un fugitivo, dice el juez.
El público de medio mundo quiere entender cómo se pasa de arquetipo de la superación a presunto asesino; pero, de momento, se va a quedar con las ganas. Si todo sospechoso tiene derecho al beneficio de la duda, en este caso hasta el juez parece impresionado por la fama del justiciable.
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