Conjura contra el libro

Ciertamente tiene razón Juan Cruz cuando afirma en su sección de Opinión del 10 de enero que existe una “conspiración contra el libro”, una, diría yo, “conjura de los necios” en contra de la lectura. De la lectura reflexiva, claro, no de la lectura como mero pasatiempo, para “pasar el rato”, en la que parece haberse refugiado una parte significativa de la industria editorial española. ¿Habrá, pues, que insistir en que la lectura no es solo una “cuestión privada”, sino que posee un interés público porque es factor esencial en el desarrollo de la cultura y el conocimiento social? ¿Y que en consecuencia, como siempre se dijo, el libro no es un producto como los demás?

Los conjurados contra el libro conspiran también contra los ciudadanos desconsiderando la enseñanza de las literaturas españolas en las escuelas, ninguneando los estudios de filología en las universidades, pauperizando los presupuestos de las bibliotecas o, para que la cosa quede clara, eliminando la Dirección General del Libro y Bibliotecas —cuya tarea única era el fomento de la creación literaria, su difusión y la conservación del patrimonio bibliográfico—. La conspiración y la conjura han relegado los libros a una parte de una Dirección General de Política e Industrias Culturales y del Libro de la Secretaría de Cultura del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes…

En efecto, hay que reclamar la acción decidida de los profesionales del libro en la defensa de este. Así fue en el pasado: los editores, desde los viejos tiempos en que presidió su Federación Francisco Pérez González hasta los más recientes en que lo hizo Emiliano Martínez, supieron defender con voz propia esta concepción del libro como “producto especial”, soporte, más allá de su peso y de su precio, de valores del espíritu y de la inteligencia.

Pero, ¿qué pensar de ellos cuando su presidente en EL PAÍS de ese mismo día, en la página 35, se muestra confortado por la marcha de las exportaciones a América Latina y para nada menciona lo que al libro y a la edición le acontece en España?

¡Ojalá más voces y nuevos impulsos se sumen a la necesaria reconsideración del libro y la lectura en nuestro país!— Federico Ibáñez Soler, exdirector general del Libro y Bibliotecas.