Guía para el votante apresurado

- Coste diferido y repartido. Esta campaña electoral arrancó hace justo un año cuando Rodríguez Zapatero escenificó en el pleno del Congreso su desestimiento ante los mercados y giró su proyecto para cumplir las exigencias de la Unión Europea. "Me cueste lo que me cueste", dijo el presidente entonces y a él le ha costado el desgaste más rápido que ha sufrido nunca un jefe del Ejecutivo en España. Han pagado un alto precio él y todos los candidatos del PSOE en Ayuntamientos y comunidades, que esperan aterrados a que les arrastre el tsunami del descontento social y la desmovilización de sus electores.

- Del caos nace el orden. En esos días, Mariano Rajoy escenificó su estrategia para ganar las elecciones: ni agua al Gobierno y todo se aprovecha para llegar a La Moncloa, aunque sea sobre escombros. Entonces, mientras España estaba ante el precipicio de la intervención, desoyó todas las peticiones y evitó dar apoyo a Rodríguez Zapatero. Estuvo a punto de pasar lo de Portugal, donde la falta de apoyo de la oposición a las medidas de recorte propició la intervención y la convocatoria de elecciones. Rajoy, como la frase atribuida a Lenin: "Cuanto peor, mejor". Desde entonces ha repetido el mantra de las elecciones anticipadas y agita ahora el fantasma de Grecia. Así me quede yo tuerto con tal de que se quede ciego mi enemigo, dice el refrán popular.

- Carpe diem. Aquellos días, un solo voto impidió que la economía española se fuera por el desagüe. Sin la abstención salvadora de CiU se hubiera aplicado a España un plan como el de Grecia, Irlanda y Portugal. Y se hubieran celebrado elecciones generales anticipadas y quién sabe qué hubiera pasado, pero esta campaña sería distinta. Los nacionalistas salvaron a Rodríguez Zapatero y el presidente recuperó ayer su apoyo en el Congreso. Si se fuerzan elecciones anticipadas, no será por falta de respaldo. La legislatura de la geometría variable permanece estable. Dentro de la gravedad, pero estable.