Indignados reaccionan en la India

A las mujeres del pueblo de Nagratolla,en el estado de Orissa, uno de los más pobres de la India, no les hizo ninguna gracia cuando allá por el año 1999 se enteraron de que sus representantes locales llevaban tiempo apoderándose de una buena parte de los fondos públicos destinados a pagarles un jornal digno e invertir en servicios sociales básicos para ellas y sus familias. Fue entonces cuando empezaron a comprender que su situación de empobrecimiento y exclusión social se debía, en gran parte, a la corrupción de sus líderes políticos e instituciones.
Superado el shock inicial, pero aún muy indignadas, decidieron ir a por todas y, con el apoyo de algunas ONG que trabajaban en la zona, iniciaron un revolucionario viaje que las llevo a cambiar sus vidas. Comenzaron a sucederse las reuniones, los talleres, las denuncias, las protestas y las movilizaciones. Para ellas ya no había vuelta atrás. Y así fue.
El escándalo terminó por salir a la luz, los culpables identificados, y pudo hacerse algo de justicia. Lo último que oí de mis colegas allá es que uno de los principales responsables de la apropiación de fondos públicos, abrumado, acabó suicidándose. Pero este no es el tema. Lo verdaderamente interesante es que la vida de las mujeres de Nagratolla estaba cambiando gradualmente: su papel y su reconocimiento dentro de sus familias y comunidades; su libertad y confianza para participar en la vida pública y política local; y su recién descubierta vena activista que las llevaba a pelear y negociar por sus derechos.
Para ellas la corrupción no es ninguna tontería. Tampoco lo es para los miles de millones de personas que viven bajo el umbral de la pobreza en todo el mundo y que sufren desproporcionadamente el impacto de los sobornos, las estafas, el abuso de poder, y otras muchas prácticas corruptas.
Ahora, diez años después de mi última visita a Orissa, acabo de regresar de Delhi, donde el equipo de Avaaz está ayudando a impulsar una sorprendente campaña ciudadana nacionalcontra la corrupción.
Hace apenas un mesAnna Hazare, un reconocido activista septuagenario de la escuela Gandhiana, se declaró en huelga de hambre, manifestando que prefería morir a menos que el gobierno aceptase la adopción de una nueva ley anti-corrupción desarrollada con estrecha participación de la sociedad civil.
La noticia se propagó como la pólvora y, en cuestión de horas, miles y miles de ciudadanos comenzaron a movilizarse en apoyo de las demandas de Hazare, saliendo a las calles y portando mensajes contra la corrupción o uniéndose a actos solidarios. La explosión ciudadana también alcanzó Internet. En apenas 36 horas Avaazlogró reunir más de medio millón de firmas de ciudadanos indios pidiéndo medidas inmediatas. Cuatro días después, el ensordecedor clamor público obligó al gobierno a aceptar formalmente las demandas de Hazare, que incluyen la creación de un organismo independiente con el poder de investigar y denunciar casos de corrupción política y supervisar el cumplimiento de la nueva legislación.
Parece que la movilización popular ha hecho que muchos dirigentes se echen a temblar, y su respuesta ha sido inmediata: la semana pasada la India fue testigo de una feroz campaña de difamación y desprestigio contra los principales líderes de las movilizaciones ciudadanas, dirigida a dividir y debilitar el movimiento anti-corrupción. Pero pronto se descubrió que las pruebas presentadas habían sido manipuladas y, tras una nueva oleada de protesta, parece que el culebrón ha perdido fuerza y las negociaciones gobierno-sociedad civil han retomado el paso.
Gracias a la combinación de tácticas de acción ciudadana tradicionales e innovadoras, las voces de los ciudadanos están llegando a los oidos de la clase políticay se están logrando importantes avances. Pero las espadas siguen en todo lo alto. Ahora muchos se preguntan si no estaremos asistiendo al nacimiento de un nuevo e histórico movimiento ciudadano en la India. El tiempo lo dirá.
Mientras tanto, en Españaacabamos de dar el pistoletazo de salida a la campaña electoral que culminará el 22-M y los principales partidos políticos, lejos de prestar atención a la creciente indignación ciudadana, nos han obsequiado con un centenar de candidatos imputados por casos de corrupción. ¿Cómo responderemos los españoles ante tal tomadura de pelo? A mí, personalmente, me han enseñado un par de lecciones allá en la India.
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