Los dueños de Opium preparan el relevo familiar del imperio de las discotecas
La familia Bordas lleva 40 años marcando el ritmo de la noche en España y ahora los hijos toman el testigo del grupo, que factura 90 millones

La familia Bordas ha levantado un imperio del ocio nocturno en Madrid y en Barcelona y busca mantenerlo dentro de los muros de la consanguinidad. Con 90 millones de euros de facturación, la compañía que dirige, Costa Este, nació en los años ochenta, cuando Ramón y Javier Bordas montaron unas carpas en la Barceloneta y la Costa Brava. “Fue un poco por casualidad”, recuerda Ramón. “No había nada parecido entonces y nos surgió una oportunidad de comprar unos toldos”, complementa. Tras las carpas en la Costa Brava llegó La Chatarra, un espacio de 10.000 metros cuadrados en el campo de entrenamiento del Espanyol. Allí el éxito fue tan inmediato como lo fueron los problemas: una queja vecinal por ruido forzó el cierre tras solo una temporada.
Pero no se rindieron. Los Bordas supieron sortear, a golpe de experiencia, la volatilidad de un sector exigente. La estabilidad llegó con espacios como Universal o Sutton en Barcelona, que marcaron el paso de las carpas improvisadas a lugares más sofisticados. Pero el verdadero punto de inflexión llegó en 2007, cuando decidieron apostar por un proyecto que cambiaría el rumbo: Opium. “Siempre quisimos ofrecer una experiencia distinta. Desde las carpas, cuando todas las discotecas eran cerradas, apostamos por el aire libre. Esa es nuestra diferencia”, afina Ramón.
Por Opium, situado en el paseo marítimo de la Barceloneta, pagaron nueve millones de euros de traspaso, cifra inédita en el sector. “Nos sobrepasaba la inversión, pero sabíamos que tenía un potencial tremendo”, explica el directivo. Y acertaron. No solo superó en facturación a todos sus establecimientos anteriores juntos, también se convirtió en una referencia del ocio nocturno en la ciudad y en una marca internacional. Hoy ese solo sitio emplea a más de 300 personas y es el buque insignia del grupo. “Nuestro grueso es el ocio, definitivamente. La restauración llega a ser solo un 15% de la facturación”, precisa el cofundador.
La familia Bordas es, en todo caso, el eje sobre el que ha girado la evolución del negocio. Ramón, más visible y volcado en la gestión diaria, ha llevado el timón durante décadas junto a su hermano Javier, de perfil un poco más discreto; quien, en paralelo a su rol en la empresa, ejerció como director deportivo del primer equipo del FC Barcelona entre 2010 y 2020. De hecho, participó en algunas de las negociaciones más mediáticas del club, como el intento de fichaje de Mbappé o el regreso frustrado de Neymar. Hoy el testigo pasa, sin premura, a la siguiente generación: a Jorge y Ramón Jr., hijos de Ramón, que ya forman parte del accionariado y han asumido responsabilidades clave en la compañía.

“No hablaría de relevo, sino de convivencia”, matiza Jorge, sentado junto a su padre. “Trabajamos con ellos codo a codo”. Jorge estudió en Esade y trabajó en banca de inversión en Londres antes de incorporarse en plena pandemia, un momento crítico para el sector. Mientras Jorge lidera las áreas de marketing digital y compras, su hermano está al frente de las operaciones. El primer proyecto de los hijos Bordas como accionistas es Boris, una discoteca en la zona alta de Barcelona que abrirá en otoño. “Queremos crear espacios de los que estemos orgullosos, con nuestro estilo”, afirma Jorge. Pero “el gran reto está en Bastian Beach”, un club de playa en Barcelona con una inversión de 15 millones de euros. “Nunca habríamos apostado por ese sitio sin la nueva generación”, reconoce Ramón padre. El imperio es tan inmenso como el reto actual, pues la sucesión llega en un momento en el que el sector vive una transformación radical.
Costa Este se extiende por cuatro escenarios clave del ocio en España: Barcelona, Madrid, Costa Brava y Marbella. En total, el grupo opera 14 locales que abarcan desde clubs nocturnos hasta clubes de playa y terrazas, cada uno con un concepto propio y una estética cuidada. Esta red de espacios refleja su capacidad para adaptarse a públicos diversos y contextos distintos, una capacidad vital ante el giro que ha dado el negocio.
“El consumo de alcohol ha bajado, el ocio diurno ha subido y las redes sociales lo han transformado todo”, explica Jorge padre. “El cliente es más exigente. Le importa la iluminación, el cartel de DJ, la animación”, complementa su hijo. Consciente de eso, y curtido por la experiencia, Ramón padre resume el reto de sus hijos con una especie de aforismo: “No puedes mcdonalizar la noche. Cada local requiere un esfuerzo único, de autor. No creo en el valor de las marcas, solo te sirven para el día de la inauguración. Luego manda la gestión”.
A sus más de 60 años, no tiene prisa por retirarse. “Me gusta lo que hago. Y no hay mejor forma de cuidar lo que has construido que a través de tus hijos”. Porque soltar las riendas, de golpe, es difícil, más aún en un sector donde la efervescencia es la norma. Pero Costa Este ha bailado cuatro décadas al son de la noche y la nueva generación quiere extender la fiesta hasta que salga el sol.
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