Por ahora, va ganando la tesis de la autosuficiencia autoritaria
La causa de su auge está en la incapacidad de prevenir el dramático efecto de la globalización sobre el empleo


Cada vez más personas y países se sienten atraídos por la tentación autoritaria. Las encuestas sobre las preferencias políticas de los ciudadanos en las democracias liberales muestran una inclinación creciente hacia las opciones autoritarias, especialmente entre los varones jóvenes. De norte a sur y de este a oeste, crece también el voto a los partidos autoritarios. El último ejemplo son las elecciones en Japón del domingo pasado. Puede decirse que existe una demanda de autoritarismo. Y como ocurre en otros mercados, cuando existe una demanda de política autoritaria acaba apareciendo una oferta que la satisface. Donald Trump es el ejemplo paradigmático.
¿A qué responde esta demanda de autoritarismo? La respuesta inmediata es la pérdida de confianza. Una encuesta reciente en el Reino Unido señala que el 87% de la población no confía en los políticos demócratas, sin diferencia entre derechas e izquierdas. Ocurre los mismo en otras democracias. Pero, ¿cuáles son las causas de esta pérdida de confianza política? Hay dos tipos de explicaciones: una de tipo cultural-ideológico, otra de tipo socioeconómico.
La explicación cultural está relacionada con las actitudes y preferencias sobre cuestiones como la globalización, la identidad, los derechos de las minorías o el papel del individuo y del Estado. La historia muestra un movimiento pendular que va de etapas progresistas a otras conservadoras, y viceversa. Una explicación podría estar en el ciclo público privado descrito por Albert Hirschman. Esta explicación es coherente con el hecho de que quienes apoyan con más fervor el movimiento del péndulo sean los jóvenes.
Las causas socioeconómicas están más claras. Existe una abundante literatura que muestra cómo la causa del auge del autoritarismo ha sido la incapacidad de las democracias liberales para prevenir el dramático impacto que la globalización ha tenido sobre el empleo. Y sus efectos sobre la desigualdad y la inseguridad económica. Los ensayos, por ejemplo, de Raghuran Rajan (The Third Pillar: How Markets and the State Leave the Community Behind , 2019) y de Martín Wolf (The Crisis of Democratic Capitalism, 2023) explican el auge del autoritarismo, con el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos o del Brexit en el Reino Unido.
Frente al fracaso de las democracias liberales emerge arrogante el éxito de la autocracia china. Su mensaje político es un claro desafío: para lograr el crecimiento y la prosperidad compartida no son necesarias las libertades civiles ni los derechos humanos. Sólo se necesita un Estado fuerte con dos atributos: capacidad para enfrentarse a shocks repentinos (covid) y proveer ciertos bienes públicos (educación y sanidad), y determinación, paciencia y disciplina para fijar objetivos a largo plazo y competir ferozmente para lograrlos. Le podríamos llamar la tesis china de la suficiencia autoritaria. Este mensaje es un señuelo para los autócratas de las democracias liberales.
David Autor y Gordon Hanson, dos economistas pioneros en demostrar cómo la competencia china había devastado la industria manufacturera estadounidense y destruido los buenos empleos (el conocido como “shock de China”) acaban de publicar un artículo en el que sostienen que el próximo “shock de China 2.0” será peor (“We Warned About the First China Shock. The Next One Will Be Worse”, The New York Times). Sostienen que China ha completado ya la transición a la manufactura y que ahora su determinación es competir agresivamente en sectores innovadores donde Estados Unidos y Europa habían sido líderes: aviación, IA, telecomunicaciones, microprocesadores, robótica, energía nuclear y de fusión, computación cuántica, biotecnología y farmacia, solar, energías. Ser dueños de estos sectores rinde dividendos: altas rentabilidades, buenos empleos, influencia geopolítica y capacidad militar. China ya está remodelando la geopolítica mundial con su influencia en gobiernos y mercados en África, América Latina, el sudeste asiático y, cada vez más, Europa del Este.
¿Cómo pueden hacer frente las democracias liberales a este nuevo “shock China 2.0”? Hay dos tipos de respuestas. Una es defensiva, aislacionista y mira al pasado. Es la que intenta Donald Trump: hacer a Estados Unidos grande de nuevo en manufacturas, empobreciendo a los vecinos y aliados. Trump utiliza los aranceles de forma arbitraria y caótica no para responder al reto chino, sino para castigar a los países aliados a los que atribuye aprovecharse del mercado estadounidense. También utiliza los aranceles para construir una internacional autoritaria de extrema derecha, como muestran los aranceles a Brasil para ayudar al expresidente autoritario Jair Bolsonaro.
La otra respuesta es cooperativa, abierta y mira al futuro. Autor y Hanson ofrecen una estrategia de este tipo basada en tres grandes ejes. En primer lugar, reconocer que el reto que plantea China es compartido por Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Canadá y México. Esto requiere una política de cooperación, no de hostigamiento mutuo. A la vez, hay que inducir a China a construir plantas de vehículos eléctricos, baterías y otros productos en estos países. Es lo que se obligó a hacer a Japón y Corea a finales del siglo pasado. En segundo lugar, hay que seguir el ejemplo de China y promover activamente la experimentación en nuevos sectores estratégicamente vitales (drones, chips avanzados, fusión, cuántica, biotecnología) e invertir en ellos con determinación, paciencia y disciplina. Así se hizo después de la Segunda Guerra Mundial, y funcionó. O en el caso de las vacunas contra la covid. En tercer lugar, hay que prevenir los devastadores efectos que sobre el empleo puede tener la próxima gran crisis, venga de China o de la IA. Aumentaría la demanda de autoritarismo. A la espera de que un Estados Unidos sin Trump se sume, la UE tiene que liderar esta estrategia cooperativa que mira al futuro.
¿Es inevitable el triunfo de la tesis de la suficiencia autoritaria? Por ahora, va ganando, pero su triunfo no es inevitable. En mis años de estudiante en la Universidad de Barcelona, viendo que el occidente liberal se rezagaba ante los éxitos económicos y tecnológicos de la Unión Soviética (lanzamiento pionero de la perra Laika al espacio), nuestros profesores liberales nos decían que era el “coste de vivir en libertad”. Pero pronto quedó claro que la combinación del New Deal del presidente F. D. Roosevelt, centrado en el pleno empleo y en la lucha contra la desigualdad y la inseguridad económica, junto con la determinación de la Administración Kennedy de fijar objetivos de largo plazo (“poner un hombre en la Luna”) e invertir en los nuevos sectores tecnológicos logró combinar eficacia económica, prosperidad compartida y civilización liberal. Hay que volver a hacerlo. Sólo así se evitará el triunfo del autoritarismo.
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