Gaston Gelos: “En un mundo más fragmentado, la economía será más propensa a la inflación”
El subdirector del Departamento Monetario y Económico del BIS alerta sobre el alto nivel de deuda pública: “Puede aumentar la presión política sobre los bancos centrales”


Para Gaston Gelos (Montevideo, 56 años) los equilibrios son prioritarios. Entre crecimiento e inflación, entre la independencia de los bancos centrales y las presiones políticas, entre consolidación fiscal e inversión pública. Subdirector desde 2023 del Departamento Monetario y Económico del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés), la entidad que agrupa a los supervisores bancarios de todo el mundo, conversa por videollamada sobre el rol de la política monetaria, las vulnerabilidades de los sistemas financieros y el impacto de la ola proteccionista que está sacudiendo a una economía global ya de por sí tocada. “La nueva política comercial de Estados Unidos, cuyo alcance e impacto final aún se desconocen, ha elevado la incertidumbre económica a niveles típicamente asociados con las crisis”, apunta. “Es claramente perjudicial para la economía mundial”.
Su diagnóstico es claro: “Ningún país gana en una guerra comercial”. Una conclusión que sobrevuela el informe económico anual de 2025 que el BIS acaba de publicar. Las restricciones afectan las decisiones de compra e inversión de hogares y empresas, elevan la incertidumbre y trastocan las cadenas de suministro. “En un mundo más fragmentado, la producción será menos elástica frente a los cambios de la demanda, con lo cual la economía será más propensa a la inflación”, sentencia. Al menos hasta que no se reconfiguren las cadenas de valor.
La amenaza llega cuando la batalla contra la inflación —la mecha se prendió al salir de la pandemia y ardió más fuerte con la crisis energética desatada por la invasión rusa de Ucrania— parecía estar ganada y en un escenario económico que no es de lo más halagüeño. El crecimiento global se ha ralentizado y la productividad está estancada. Un cóctel peligroso que el organismo con sede en Basilea recomienda afrontar mediante reformas estructurales y un aumento de la inversión pública, imperativos también para afrontar los desafíos emergentes como el cambio climático o el aumento del gasto en defensa, y para adaptarse a los patrones comerciales cambiantes en el mundo en el futuro. El ojo, sin embargo, siempre tiene que estar puesto en la sostenibilidad fiscal y la estabilidad financiera, ya que el margen de maniobra de los Estados se ha estrechado tras las crisis de las dos últimas décadas.
En este encaje de bolillos, los bancos centrales juegan un papel clave, puesto que deben equilibrar el apoyo al crecimiento con la prevención de que cualquier aumento temporal de los precios se enquiste. “Si surge un aumento de la inflación, es necesario que los bancos centrales respondan con rapidez”, dice Gelos.
Esta agilidad es aún más necesaria porque la deuda global ha entrado en zona de riesgo: está en máximos para tiempos de paz en muchos países, es más cara por las subidas de tipos y menos sostenible porque el crecimiento se ha frenado. “Representa una vulnerabilidad significativa”, zanja el también director de Política de Estabilidad Financiera del BIS, y menciona un elemento adicional de preocupación: “Un alto nivel de la deuda puede aumentar la presión política sobre los bancos centrales para que mantengan las tasas de interés por debajo de lo que justifican la inflación y la evolución de la producción”.
La reflexión, que se repite en el informe del organismo, gana más relevancia por la tensión que ha surgido entre la autoridad monetaria y el poder político en EE UU.
—¿Hay riesgos para la independencia de los bancos centrales?
—Lo importante es resaltar el rol de la independencia de la política monetaria, que suena como algo muy abstracto. Es importante porque protege a las autoridades monetarias de la interferencia política y permite a los bancos centrales adherirse estrictamente a sus mandatos. Eso refuerza la confianza pública. Sirve a anclar las expectativas de inflación, incluso cuando hay más preocupación sobre la sostenibilidad fiscal.
No hace falta echar la mirada muy para atrás para encontrar evidencias empíricas. Las autoridades monetarias poco podían incidir sobre los orígenes de la reciente tormenta inflacionaria —atascos en las cadenas de suministro, crisis energética—, pero, al actuar, indicaron que la inflación no se volvería más permanente. “La independencia de los bancos centrales ayudó mucho a que las expectativas de inflación se mantuvieran, en general, ancladas. Eso permitió bajar la inflación con un coste para la actividad y el empleo mucho menor”, explica.
Ahora los precios están cerca del rango objetivo en muchas economías, pero las autoridades monetarias deben seguir alerta: la oferta es más rígida y la reciente crisis inflacionaria parece haber dejado “una huella duradera” en las expectativas de hogares y empresas, elevando su sensibilidad ante cualquier repunte inflacionario. “Probablemente, hoy en día reaccionen de una forma más rápida a cualquier aumento de los precios que antes de la de la pandemia”, avisa el economista, que antes de entrar al BIS ocupó varios cargos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo en el cual trabajó durante más de dos décadas. “La situación quizás requeriría una respuesta aún más rápida y contundente”, afirma.
Mercados financieros
La guerra comercial está perturbando también los mercados financieros. En abril, cuando EE UU anunció sus mal llamados “aranceles recíprocos”, los indicadores de volatilidad se dispararon y los inversores se apresuraron a reducir sus exposiciones al riesgo. Los giros sucesivos de Washington, que redujo y aplazó varias de sus amenazas, dieron algo de respiro. “Pero existen vulnerabilidades”, alerta Gelos, que apunta al crecimiento de las instituciones financieras no bancarias. La liquidez de los mercados de bonos soberanos depende cada vez más de fondos mutuos de capital, hedge funds y otros gestores de activos no tradicionales, entidades que presentan descalces de liquidez, altos apalancamientos y suelen depender de financiación a muy corto plazo.
“Aumentan la probabilidad de que la inestabilidad financiera se origine o se agrave por tensiones de liquidez”, explica Gelos. El BIS recomienda aplicarles una regulación igual de estricta a la prevista para las entidades tradicionales. “Las instituciones financieras no bancarias, a menudo, han escapado al escrutinio que aplicamos a los bancos”.
La organización también ve riesgos al alza en el universo de los criptoactivos por su rápido crecimiento e interconexión con el sistema financiero tradicional. El BIS pone la lupa en las stablecoin, divisas virtuales ancladas a activos como el dólar o el euro, que tienen tenencias importantes de bonos del Tesoro de EE UU. “Generan ciertas preocupaciones si siguieran creciendo y aumentara su conexión con el sistema financiero tradicional”, abunda Gelos. “Por lo menos si no se regulan”.
El dólar estadounidense también está encajando en los mercados el golpe de los bandazos de la nueva Administración estadounidense. ¿Puede dejar de ser el valor refugio que siempre ha sido? “Tiene los activos más líquidos, el mercado más grande y se respalda en instituciones y fundamentos importantes que son importantes para que siga cumpliendo su rol”, contextualiza el economista del BIS. “No quiero especular sobre su futuro”.
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