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In Memoriam
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Juan Manuel Eguiagaray: político socialista, economista, navegante y hombre bueno

Dejó su huella en la modernización de las administraciones públicas, en el desarrollo consensuado del Estado autonómico o en la liberalización del sector energético

Juan Manuel Eguiagaray, en una imagen de 1998.

Ha fallecido un político socialista moderado y conciliador; un servidor público; un economista solvente y reflexivo, con sólida formación jurídica; una persona muy confiable; un católico practicante, comprometido con la democracia, el progreso y la justicia social, y, además, un hombre bueno y afectuoso.

Nació en Bilbao en 1945. Estudió en la Universidad Comercial de Deusto, donde fue luego mi profesor, y completó su formación en la Universidad de Nancy. Pronto volcó su inteligencia, su humanidad y su voluntad de servicio en la política, incorporándose al Partido Socialista de Euskadi (PSE). Ocupó cargos relevantes durante los años de la Transición y el desarrollo del Estado de las Autonomías: fue concejal en Bilbao, portavoz del Grupo Socialista en el Parlamento Vasco, vicesecretario general del PSE, delegado del Gobierno en Euskadi y Murcia, y ministro de Administraciones Públicas y de Industria y Energía en gobiernos de Felipe González entre 1991 y 1996.

Fue un interlocutor privilegiado, y muy constructivo, de los gobiernos de España y de Euskadi en la recuperación del Concierto Económico, y tuvo un papel protagonista en la negociación del primer Gobierno de coalición PSE-PNV, aunque el decidió quedarse en el partido como Vicesecretario General del PSE.

Por su solvencia y confiabilidad fue designado interlocutor por parte del Gobierno de España en las fracasadas conversaciones de Argel de 1988, en las que ETA desperdició la oportunidad de ahorrarnos mucho sufrimiento y muchas víctimas, entre otras, nuestro común amigo Fernando Buesa. Fue una voz firme en favor de la paz en Euskadi y de la lucha contra el terrorismo, siempre desde el diálogo, la legalidad democrática y la esperanza en una convivencia posible. Contribuyó a sentar las bases de una sociedad más justa y reconciliada, sin renunciar nunca a la verdad y a la dignidad de las víctimas.

Nunca quiso pasar por las responsabilidades de gobierno sin dejar su huella, ya fuera en la modernización de las administraciones públicas, en el desarrollo consensuado del Estado autonómico, o en la liberalización del sector energético. Fue, de hecho, el creador del primer regulador independiente del sector energético, la Comisión Nacional del Sistema Eléctrico, antecedente de la Comisión Nacional de la Energía, y de la actual CNMC.

A finales de los noventa fue portavoz del Grupo Socialista en el Congreso. No hubiera sido un político para estos tiempos. No estaba en su ADN. Le faltaba acritud, agresividad, maniqueísmo, instinto polarizador. Era tan firme en sus valores, como respetuoso con los demás.

Su legado, sin embargo, va mucho más allá de su trayectoria institucional. Eguiagaray fue ante todo una persona íntegra, guiada por valores firmes, impregnados de su compromiso socialista y su fe católica — la igualdad, la inclusión y la honestidad—, que marcaron su vida pública y privada. Nunca permitió que sus convicciones religiosas frenaran su compromiso con avances en materia de derechos y libertades.

Los que le hemos tratado le recordaremos como afable, reflexivo, divertido y generoso. Tenía la capacidad de escuchar con atención, dialogar con respeto y argumentar con calma. Con razón muchos viejos amigos le llamábamos el ecuánime. Fue para mí un profesor admirado, templado, un mentor cercano y un referente ético.

Su gran pasión, además de su familia, era la navegación, heredada de su padre marino: cruzó el Atlántico en varias travesías, que luego documentaba con esmero y compartía con sus amigos. Se dedicó con pasión a la organización de la vuelta al mundo con motivo del 500 aniversario de la travesía de Juan Sebastián Elcano. Disfrutaba reuniendo a los amigos en casa, cocinando para ellos y alargando las sobremesas con conversaciones serenas. Era cercano, detallista. Transmitía paz.

Convencido de que la justicia social no termina en las fronteras, Juanma Eguiagaray también dedicó tiempo y esfuerzo a la cooperación internacional. Presidió la Fundación Solidaridad Internacional y Alianza por la Solidaridad, promoviendo los derechos humanos, la igualdad de género y el desarrollo sostenible. Su implicación fue activa y coherente: entendía la solidaridad como una forma de compromiso permanente con quienes más lo necesitan.

Quienes le hemos tratado en el PSOE, en la universidad o en su vida cotidiana coincidimos en que se ha ido un referente, un servidor público ejemplar, un político con vocación, solvencia y honestidad… y, sobre todo, una gran persona. España pierde a un hombre de Estado; su familia, sus amigos y quienes le tratamos, a alguien cuya sola presencia ofrecía serenidad.

He vivido con emoción el cariño con el que su mujer, Marisa, y su hijo, Ander, le han acompañado y mimado los últimos quince meses. Se lo merecía, y estoy seguro de que no le han defraudado.

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