Con un puro en medio del huracán

La etología es la ciencia que estudia las costumbres y el comportamiento de los animales. De cualquier líder carismático se dice, como elogio, que es un animal político. Si la política es la selva y la selva está llena de fieras que se devoran unas a otras, habrá que contar qué papel desempeña Mariano Rajoy en este baile de sociedad. Por la forma con que ha llegado a la presidencia del Gobierno, lento, memorioso, desconfiado, y aunque solo sea por el peso aplastante con que ha logrado acabar con su adversario, a Rajoy le corresponde la figura del elefante.
El rey de la selva no es el león. Este felino debe su fama a la contundencia con que defiende su territorio, y por eso aparece en muchos escudos y preside las escalinatas del poder; pero sus garras apenas sirven de nada en la lucha con un elefante, al que solo es capaz de inferirle algunos rasguños inútiles en la piel. Si el león insiste en la pelea, el paquidermo lo derriba con la trompa y se limita a aplastarlo con su cuerpo sin más esfuerzo que el de dejarse caer. Eso mismo ha hecho Rajoy. A lo largo de dos legislaturas en la oposición, sin moverse apenas, ha resistido los embates de sus propios correligionarios que se proponían desbancarle, nadie ha logrado que manifestara abiertamente lo que pensaba, ha adoptado una actitud ambigua en el momento de definirse ante cualquier cuestión comprometida, ha esperado a que el Gobierno socialista se hundiera por sí mismo en la crisis económica y al final, sin entrar en pelea, se ha acercado al presidente Zapatero y se ha desplomado sobre él hasta aplastarlo.
En la sabana política, como en la reserva del Serengeti, también se establece una lucha feroz por la supervivencia entre carnívoros predadores y herbívoros o rumiantes. Los rumiantes, que se alimentan de hierba, tienen los ojos muy separados y pueden mover las orejas como un retrovisor, lo que les permite un ángulo de visión muy abierto para huir a tiempo del enemigo que siempre ataca por detrás. En cambio, los predadores tienen los ojos muy juntos, con un sistema bifocal que les ayuda a la precisión con que deben dar el zarpazo en la yugular de la presa. Mariano Rajoy tiene los ojos separados, de herbívoro. Aznar, Esperanza Aguirre y Rubalcaba tienen los ojos concentrados, de predador, de carnívoro. Rajoy mira siempre de forma desconfiada, moviendo mucho los ojos, como si supiera que el peligro no se halla delante, sino detrás y a los lados, a derecha o izquierda. La única salvación del herbívoro es la huida, y en el último extremo se sirve de innumerables quiebros antes de ser alcanzado por el felino. En muchos casos el carnívoro predador abandona la persecución y deja al rumiante por imposible. Así ha sucedido con Mariano Rajoy.
De un líder político, la sociedad solo espera que sepa pilotar el avión en el momento preciso, no en tiempos de bonanza, que eso lo hace cualquiera, sino en medio de un gran temporal. José María Aznar llegó al poder con el viento de cola, con la economía a favor, y gobernó dos legislaturas casi con el piloto automático hasta que llegó la tempestad del atentado de Atocha, se armó un lío con los mandos y capotó. Simplemente, Aznar no supo pilotar el avión. A Rodríguez Zapatero le ha sucedido algo parecido. En la primera legislatura, con la burbuja financiera todavía inflada, no tuvo dificultad en solventar alguna turbulencia. Cuando la burbuja reventó bajo sus pies y La Moncloa se le cayó encima, dio señales de que no sabía qué hacer con los mandos. Esa sensación de inseguridad acabó por hundirle bajo los escombros. Zapatero tampoco supo pilotar el avión.
Al contrario que sus antecesores, Mariano Rajoy ha llegado al Gobierno en una situación muy adversa, en medio de una profunda crisis económica, con un temporal de fondo del que nadie sabe cómo salir. Este presidente del Gobierno, que en animalario político sería el elefante comodón o el rumiante desconfiado e indeciso, se ha sentado en la carlinga del avión con una tripulación de profesionales con la idea de que tarde o temprano el temporal tiene que amainar como sucede en Galicia, y él tal vez espera sobrevivir sin saber cómo ni cuándo, después de ser zarandeado por el huracán.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
