Chantaje emocional

Los seres humanos se pueden dividir de muchas formas, pero una de las clasificaciones más claras podría ser la que separa a los que aman la Navidad de los que la odian. De modo que, aviso para navegantes, esta crítica va destinada únicamente a los integrantes del segundo grupo. Los del primero es mejor que, por peligro de intoxicación ética, simplemente ni se les ocurra respirar el aire de los cines donde se exhiba Noche de fin de año, nueva aproximación coral de Garry Marshall, el director de Pretty woman, a una de las grandes fiestas del año tras su olvidable anterior película, Historias de San Valentín (2010).

De nuevo con guion de Katherine Fugate, Marshall sigue la estela narrativa y formal de su película del día de los enamorados, aplicada esta vez a la dicotomía entre los creyentes y los incrédulos en el poder de la Navidad para hacernos un poco mejores, aunque solo sea durante un rato o unos días. Una decena de historias entrecruzadas de irregular interés que, sin embargo, quedan unidas por un elemento común: todas arrancan fatal. Así, la primera media hora, con la larga presentación de personajes, deja maltrecho el relato cuando el espectador llega a la conclusión de que aún le queda una hora y media en compañía de una treintena de memos.

Además, a pesar de tener el mejor decorado del mundo para este tipo de historias (Nueva York y Times Square; incluso sale el alcalde Bloomberg interpretándose a sí mismo), el rodaje en formato digital y no en celuloide rebaja las prestaciones glamurosas de las que siempre han gozado este tipo de productos, de un brillo especial en su luz.

Desde luego, si están buscando una película en la línea de las dos mejores historias navideñas recientes, Love actually, de Richard Curtis, y The Holiday, de Nancy Meyers, no se hagan ilusiones. Eso sí, conforme avanza el metraje, el vigor navideño, la mejora de las actitudes y los esfuerzos del guion para ir tocando la fibra a través de temas de evidente sensibilidad en estas fechas (repetimos, para los del segundo grupo) van girando un tanto la amarga situación inicial: hay citas a ciegas; encontronazos de deseo; partos de nuevos seres; fallecimientos a causa del cáncer; esposas solas que hablan con sus maridos soldados, desplazados por alguna guerra, a través de Internet... ¿Chantaje emocional? Por supuesto. Pero, ¿acaso no es la Navidad un ejercicio anual de chantaje emocional?