El niño perdido
Narrativa. Con justificado regocijo, Periférica ha publicado El niño perdido, una joya literaria que no lo es por su supuesta perfección (inútil en un talento tan desbordado como el de Thomas Wolfe), sino porque consigue atrapar, con un lirismo descriptivo de percepciones, el espacio de una ausencia, hacer del recuerdo un mecanismo de pervivencia del hermano muerto. Ya en El ángel que nos mira, las páginas dedicadas a la muerte de Ben, hermano de Eugene Gant (trasunto de Wolfe) imponía uno de los episodios más estremecedores de una novela que es pura conmoción alquímica de imaginación y autobiografía. Para Thomas Wolfe, ningún tema quedaba nunca agotado; quería "reproducir en su integridad todo el desarrollo y las situaciones de una escena real". En El niño perdido se centra más obsesivamente en la reproducción "verídica" de Grover, hermano del novelista que murió de tifus a los doce años. Con cuatro sucintos abordajes de la memoria, perfila el carácter del chico, la irrupción de la enfermedad, la emergencia efusiva de su muerte en el escritor, en la madre, en una hermana, y de nuevo en el escritor, cuarenta años después, en una visita a la casa de Saint Louis que la familia había alquilado para utilizar de hostal en la Exposición Universal. Cuatro magníficas estampas de rememoración que actualizan el dolor de la pérdida: "Me detuve un instante, mirando hacia atrás, como si la calle fuera el Tiempo". Es asombrosa la agitada precisión de Wolfe para generar el espacio, la calidez con que su prosa contornea los edificios, el modo en que, con un registro fotográfico y sensorial de la memoria, reproduce el ambiente provinciano de 1904. Grover se instala en el espinazo del lector como símbolo vivo del encanto juvenil, irradiando la desenvoltura y la inteligencia generosamente concedidas y prematuramente malogradas. El niño perdido es, sin duda, una pieza narrativa de prodigiosa exactitud emocional. Aquí el arte literario se enfrenta a la fatalidad construyendo un monumento de palabras imperecederas.
El niño perdido
Thomas Wolfe
Traducción de Juan Sebastián Cárdenas
Periférica. Cáceres, 2011
96 páginas. 15,50 euros
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