Desconfianza en el euro
Los mercados castigan a la deuda italiana por la falta de un plan europeo para combatir la crisis
A pesar del cambio de Gobierno y de la activa gestión inicial de Mario Monti, los inversores siguen presionando sobre la deuda italiana y, de paso, elevando los costes de los países llamados periféricos. El castigo que ayer sufrió Italia en la subasta de letras a seis meses y bonos a dos años (tuvo que pagar un interés superior en casi cuatro veces por los bonos y el doble por las letras) revela que los mercados mantienen una fuerte desconfianza en la gestión política de la crisis, cuyo ejemplo más reciente es la rotunda intervención de Angela Merkel para descartar los eurobonos y una implicación a fondo del BCE para bajar las primas de riesgo. La gestión de Monti tardará en convencer a los inversores, pero el castigo a España, Francia, Italia o los países intervenidos procede de la incapacidad europea para mutualizar la deuda y dotarse de un Tesoro propio. Y esa carencia, hoy por hoy, es imputable a Alemania.
El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, expuso ayer los términos de esa incomprensión en dos afirmaciones capitales. La primera es que los países del núcleo del euro (como Alemania, Francia o Austria) no corren riesgo de contagiarse de la crisis de la deuda. Entre líneas es fácil leer que eso es lo que importa al Bundesbank y que la suerte de los periféricos resulta irrelevante. De ahí a interpretar que la negativa de Merkel a cualquier propuesta de mutualización de la deuda obedece a una política de cuarentena de los países afectados por la crisis hay solo un paso.
La segunda afirmación de Weidmann compromete básicamente a Italia, pero roza a España: "Italia puede hacer frente a intereses superiores durante algún tiempo". Después de tal aclaración, los mercados ya saben que disponen de plazo para elevar a discreción los costes de la deuda italiana. El presidente del Bundesbank olvida que no solo hay que tener en cuenta la resistencia del país, sino las dificultades que un encarecimiento de costes plantea en el futuro. Para España, Italia o cualquier país, cualquier aumento del servicio de la deuda equivale a más gasto que hay que detraer del Presupuesto con el fin de cumplir el objetivo de estabilidad presupuestaria. Es una carga pesada que dificulta crecientemente la contención del déficit y ahoga el crecimiento; en el caso de Italia es tanto más grave cuanto que el país ha crecido muy poco en los últimos 10 años.
Merkel y Weidmann habrán observado sin duda que los mercados operan como si no creyeran en sus palabras. No debe ser fácil aceptar que la deuda de Reino Unido tenga un tipo de referencia del 2,16% y el de la alemana sea el 2,19%. Lo que los países del euro piden a Alemania y su cinturón de satélites, a Francia y al BCE, es un plan de futuro que vaya un poco más allá de los ajustes del déficit a corto plazo. Ese plan tiene que incluir (a medio plazo) la creación de un Tesoro europeo, los eurobonos; y, mientras tanto, una intervención rotunda del BCE. Y a corto plazo, la austeridad necesaria para estabilizar el déficit y la deuda. Negar por principio ese plan equivale a premiar la inestabilidad.
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