Trampas
Las cifras solo dicen algo cuando son cercanas. A medida que crecen se hacen lejanas y ajenas, como de otra galaxia. En Zimbabue te venden de recuerdo billetes de 100 millones de dólares, expedidos durante la monstruosa inflación de 2008, para mostrar lo relativo del valor del dinero. Por eso la reunión de esta madrugada de los líderes europeos, otra vez tildada de vital por los medios, a la gente se le hace lejana. Crecerán las enormes cifras que manejan, distanciándose aún más de los cotidianos problemas de la gente.
Si rebobinamos un poco, recordaremos que al comienzo de la crisis los ciudadanos clamaban por recobrar el papel de los Estados y reformar el vandálico comportamiento de las entidades financieras para proteger lo básico en la ludopatía desatada. Pasado el tiempo, el derrotero ha sido inverso. La refinanciación de las estructuras bancarias se hace a costa de recortes. Cada vez que entra un nuevo Gobierno, ya sea autónomo o nacional, su primera vocación es aumentar estos recortes. Lo cual nos trae el agrio sabor de esos juegos que uno pierde con la sensación de que te han hecho trampas. Ahora las trampas tienen su imagen mediática. La versión más primaria la hemos visto con esa foto-denuncia de que las escuelas andaluzas carecen de pupitres, que ha transformado una inocente sesión de cuentacuentos en trampa electoralista. Falsa, pero útil. Se trata de que, con la menor oposición, la gente acepte que es temporada de recortes y presente la otra mejilla al rasurado.
La única trampa aceptable es la que no se ve. Los desahucios, por ejemplo, contraponen a la policía frente al ciudadano, cuando el desafío no es entre ellos, ni mucho menos. Las jubilaciones millonarias y sobresueldos en las entidades intervenidas parecen, en cambio, inabordables para la dinámica judicial y legislativa. Y suena a trampa. Esta misma semana hemos sabido que Competencia ha sancionado a 47 empresas del sector de la construcción cuyos amaños les llevaban a pactar entre ellas los concursos con la Administración para poder cobrar de más. Trampas groseras en un periodo muy delicado.
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