Tras los pasos de Bolívar

Historia. El Imperio Británico exhaló su último suspiro hace más de medio siglo; la relación especial con Estados Unidos es un sinapismo; y David Cameron aplica el recorte de gasto social más brutal que se recuerda; pero la Gran Bretaña -Inglaterra- sigue siendo la gran autoridad imperial, aun sin imperio. Harry Potter se ha convertido en el alimento de generaciones de niños occidentales, como lo fue Guillermo hace también más de medio siglo; la BBC sigue siendo la mayor y mejor máquina de información mundial; y sus historiadores, periodistas, analistas y, en este caso, viajeros, hurgan en todos los rincones poisbles de la tierra para ver, oír y opinar. Oliver Balch empaqueta una Sudamérica prêt à porter, según la mejor tradición del libro de viajes anglosajón, rigurosamente bien traducido, aunque en un inglés seguramente algo barroco. ¿Se imagina alguien que un autor de lengua castellana fuera publicado en Inglaterra para que se conocieran sus opiniones sobre Australia?

Conviene decir que Balch fabrica bien y con soltura sus viñetas, demuestra disponer de un buen oído, sabe cómo acercarse hasta la vereda más recóndita, pero finalmente queda uno con la sensación de que todo tiene un fin predeterminado, que sus interlocutores son simplemente piezas de un ajedrez que mueve el autor a su antojo. De ese modo, Colombia solo puede ser el escenario de la violencia; la adoración por el presidente boliviano Evo Morales es licor de alta graduación; y parece totalmente incapaz de encontrar a un venezolano que sepa articular un discurso crítico del chavismo -no vio a Teodoro Petkoff-; en resumen es un Galeano light, hasta el punto de que el libro concluye muy apropiadamente con Balch tomando una cerveza en Montevideo con el autor de Las venas abiertas de América Latina. Hay un anglosajón-viajero, como lo hubo un día de paraguas y bombín para decorar la city. Balch es una excelente muestra de la especie.