El Asad intenta resarcir a las minorías hostigadas
Como el resto de la región, la sociedad siria se articula en torno a un complejo mosaico de 18 credos distintos entre los cuales los musulmanes suníes representan alrededor del 70% de la población. "Todo es culpa de los kurdos" es un lema muy recurrente estos días. La cohesionada minoría kurda, con su idioma, su cultura y su sentimiento nacional, ha sido vista tradicionalmente con gran recelo y desconfianza por la gran mayoría árabe que ve en ellos un peligro para la unidad y la estabilidad del país. En vano ha tratado el régimen de mantenerlos al margen de los acontecimientos emitiendo un decreto presidencial que otorga la nacionalidad siria a unos 250.000 kurdos considerados apátridas desde 1962. Organizados en 12 partidos clandestinos, los kurdos de Siria parecen haber encontrado en las manifestaciones un instrumento para conseguir una mayor aceptación de al menos parte de sus compatriotas.
Aparte de tratar de satisfacer algunas de las demandas históricas de los kurdos y de los sectores más ortodoxos del sunismo, El Asad ha concedido estos días la amnistía a varios centenares de presos y ha adoptado una serie de medidas populistas -como descuentos en los alimentos básicos o la reducción del servicio militar obligatorio a 18 meses- encaminadas a contentar a las clases medias. Ayman Abdul Tour, un compromisario reformista del Baaz exiliado, sostiene que "con esta estrategia El Asad puede conseguir frenar o hacer retroceder las manifestaciones momentáneamente", pero si no hay reformas sustanciales "solo será el preámbulo de una nueva explosión".
Efectivamente, en el centro de las demandas populares siempre ha estado la abolición de la Ley de Emergencia que desde hace 48 años arrastra un incesante reguero de presos políticos, represaliados y desaparecidos. El compromiso de El Asad de "poner fin a la Ley de Emergencia" ya lo tienen desde hace tiempo. Sin embargo, en los corrillos de los patios damascenos, con sus fuentes, sus mosaicos y sus jazmines todavía hay quien se pregunta si este cambio de estrategia del régimen baazista derivará en la ansiada apertura o, por el contrario, será el preámbulo de un nuevo giro hacia el despotismo.
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