A la sombra de Marx

Es difícil imaginar que uno de los iconos del pensamiento comunista, Friedrich Engels, tuviera como pasión principal la caza del zorro, ejercicio para él de resistencia como jinete y fuente de sobreexcitación, que administrase eficazmente la empresa familiar, en buen explotador, y que al mismo tiempo empleara su tiempo en colaborar como fiel secundario con su amigo Karl Marx, cuya supervivencia dependía de la beca de estudios que le asignaba generosamente para que escribiera El Capital. La intensa correspondencia mantenida entre ambos da fe del perfecto funcionamiento de ese aparente desdoblamiento de personalidad. Engels admiraba a Marx y estaba dispuesto a aceptar sus obligaciones como empresario con tal de que "Moro" elaborase el fundamento teórico de la revolución. Hasta aquí ningún problema, salvo la penuria endémica de Marx: sus recursos económicos le permitían en cambio a Engels ser un bon vivant hasta la muerte.
La excelente biografía de Tristram Hunt alcanza a integrar esas dos dimensiones básicas del personaje, conjugando el relato preciso de la trayectoria vital de Engels con su dimensión de pensador que es capaz de profundizar en temas tales como la guerra, la cuestión nacional (con un marcado antieslavismo) o la incidencia de la tecnología sobre las revoluciones, hasta alcanzar una profunda revisión de los últimos años sobre las relaciones entre revolución y democracia. Todo ello a la sombra de Marx, acentuada al ocuparse de la reunión y publicación de sus escritos después de su muerte -con El Capital en primer término-, y también por la preocupación de llegar a síntesis que dieran más difusión a sus ideas, al tiempo que incorporaban la carga de seguridad propia de las ciencias naturales.
Este es uno de los aspectos más discutibles de la apreciación de Hunt, al ver en el Anti-Dühring "la expresión de una opinión marxista auténtica y madura" y "un magnífico sistema teórico", cuando en realidad el determinismo y la lógica de la inversión que presiden sus páginas, sobre un fondo de Hegel y Darwin mal interpretado, constituirá ante el futuro una verdadera maldición, para el pensamiento socialista. Releamos el párrafo en que nos cuenta Engels las maravillas que iban a seguirse automáticamente de "la toma de posesión de los medios de producción por la sociedad", la cual desembocaría en "el salto de la humanidad desde el reino de la necesidad al reino de la libertad". Al desaparecer la represión, el Estado se haría innecesario. Llegados a este punto, resulta imprescindible establecer el vínculo de tales proposiciones con la dimensión utópica del Estado y la revolución de Lenin. Aquí sí que el sueño de la razón produce monstruos, por mucho que el imaginativo recorrido final de Hunt por la Rusia exsoviética y por las posibles huellas de Engels sobre el estalinismo le permita concluir que Engels no fue responsable de sus crímenes. Pero no es menos cierto que el castillo de ideas conducente al "reino de la libertad", al proyectar su dogmatismo y su milenarismo sobre una política revolucionaria, dejaba inevitablemente el protagonismo efectivo en manos de la violencia de Estado. Todo paraíso necesita la espada del arcángel san Miguel.
Por fortuna, también aquí se da en Engels un desdoblamiento, con una consecuencia opuesta: el análisis de los procesos políticos y de la incidencia de los cambios en las estructuras urbanas y en el armamento le llevan a dar un viraje copernicano. A fines del XIX, las insurrecciones de barricadas, con sus minorías tomando por la movilización popular el poder de otras minorías, no son ya viables. El 48 es irrepetible por la modernización del armamento y en cambio la industrialización y la presencia de partidos obreros hacen posible otro tipo de acción de masas. Es lo que Engels teoriza en su prólogo a Las luchas sociales en Francia, de Marx, redactado cercana ya su muerte. El sufragio se convierte para el proletariado en instrumento de la revolución de la mayoría, fruto de una "labor larga y perseverante". Hunt duda sobre este punto, si bien en su relato queda siempre de manifiesto esa sensibilidad de Engels para examinar procesos concretos, y ahí están sus juicios sobre los internacionalistas españoles o sobre las transformaciones experimentadas en el tema nacional. Y, claro es, en la cuestión militar con todas sus implicaciones. Por algo era apodado "el General". -
El gentleman comunista. La vida revolucionaria de Friedrich Engels. Tristram Hunt. Traducción de Daniel Najmías. Anagrama. Barcelona, 2011, 435 páginas. 21,50 euros.

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