'Diego Armando' Messi
El barcelonista, el primero en despuntar en este Mundial, aún debe saltar barreras en Argentina, donde la sombra de su técnico es infinita - Capello no encuentra guardián y, salvo en el caso de Brasil, los porteros siempre fueron necesarios - Apretado por la competencia, Iniesta fuerza

Tres jornadas, dos personajes. El Mundial, a la espera de Brasil y España, de la nueva Holanda, de la clasicómana Italia, y tras la goleada ayer de Alemania a Australia (4-0), vira de Messi a Green y por muy diferentes motivos. Argentina se resiste a la canonización de un nuevo genio, un penitente por su engorde en Barcelona, no en Rosario o Buenos Aires. Solo es Messi, que ya es mucho en todo el planeta, salvo en Argentina, donde esperan a Diego Armando Messi; con permiso de dios, por supuesto. Frente a Nigeria dio más de un paso. Se le negó el gol, pero a solas lideró a Argentina.
Mientras tanto, Inglaterra derrocha en técnicos como Sven-Göran Eriksson o Fabio Capello, pero no invierte bajo los palos. Un boquete que se agranda. Un drama. Solo Brasil, tras haber superado la cadena perpetua a Barboza tras el maracanazo de 1950, ha sido capaz de cautivar en un Mundial con un portero de mentirijillas, como Félix o Waldir Pérez. O, incluso, la desnuda Holanda de 1974, con Jongbloed, un sacamuelas, y Schrijvers, que tenía mofletes en el ombligo bajo una espantosa camiseta amarilla que en nada le disimulaba.
Messi solo hubo uno: Maradona. Green hubo muchos: Clemence, Seaman, James...
Incomprendido Messi, la mejor secuela de Maradona; interiorizado Green, una secuela, sin más, de Clemence, Seaman o Calamity James. Así es el fútbol: babélico.
Frente a Nigeria, con Messi en la puerta grande, allí estaba Heinze, alborotado, festejando su casual gol con el banquillo que le protege, no con sus compañeros. Un guiño evidente. Messi, mientras tanto, era Messi, apocado, a lo suyo. Su fantástico partido, su reivindicación albiceleste, ahogada por el populismo de su compañero. Argentina aún predica en favor de los soldados. Como si Messi estuviera en libertad condicional, todavía no se le apadrina como merece. Compite con dios y esa es cuestión mayor, un reto mayúsculo. Todavía no hay sitio en el nicho de Gardel, Evita o Diego. Messi dio pistas a Argentina; Argentina dio pistas a Messi. No hay concilio por ahora. En el fútbol los idilios no son naturales y en el fútbol de Maradona cualquiera sabe. Messi solo hubo uno: Maradona. En tres jornadas mundialistas, no ha habido mejor actuación que la de La Pulga. A partir de él crecerá la albiceleste. Si le desampara, se quedará a ciegas. Tiempo de Messi; Maradona es leyenda.
En Inglaterra no hay remedio. No hay otro debate: desde Gordon Banks, allá por 1966, hay un embrujo en la portería. Nadie ha sido fiable, ni el consistente Shilton, figurante irremediable en la burla de Maradona en 1986. Capello, tan puntilloso él, no tiene guardián, no tiene quien le pare. Una señal inquietante para los ingleses, a rebufo, según dicen, del gen ganador de su seleccionador.
Sin mayores sobresaltos, en España reina la paz. En el sosiego de Potchefstroom, Iniesta es el mejor exponente del potencial de esta selección. La competencia es considerable. Iniesta no se siente Iniesta. El chico fuerza para llegar el miércoles frente a Suiza. No quiere ceder el paso. Del Bosque, encantado.

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