Dos de tres
De las tres nuevas propuestas del ciclo Radicals Lliure que he podido seguir en su segunda semana, me quedo con dos. La primera, la de Tomàs Aragay y la Societat Doctor Alonso. Club Fernando Pessoa es una sesión de un club de lectura de textos literarios, como los que organizan las bibliotecas de la ciudad y los centros cívicos, centrada en una frase del Libro del desasosiego que el escritor portugués escribió bajo el heterónimo de Bernardo Soares. Conducido por Ramon Giró y con dos únicas participantes, Sofia Asencio y Mia Esteve, el análisis se plantea palabra por palabra. Y cada uno dice o hace la suya. Porque las asociaciones que cada vocablo genera son de todo menos semánticas, de una lógica absurda en el sentido más imaginativo y divertido del término.
Club Fernando Pessoa; Mi vida después,
Club Fernando Pessoa, deTomàs Aragay-Societat Doctor Alonso.
La consagració de la primavera, de Roger Bernat-FFF.
Mi vida después, de Lola Arias.
Ciclo Radicals Lliure 2010. Teatre Lliure. Barcelona, 23 de mayo.
Y la segunda, la de la argentina Lola Arias (1976). En Mi vida después, seis intérpretes nacidos entre 1972 y 1983 reconstruyen la historia de sus padres a partir de una serie de recuerdos y objetos personales. Fotografías, ropa, cartas, libros, grabaciones, documentos legales, juguetes e incluso una tortuga son el material del que está hecho el pasado de todos ellos, un pasado siempre relacionado con la dictadura. Desde el padre de una de las chicas, policía, que se apropió ilegalmente del que ella pensaba hasta hace poco que era su hermano, hasta el que murió fusilado. Un trabajo de ficción real o realidad en clave de ficción en el que las vidas de todos ellos emergen a retazos, con ritmo, humor y un montón de recursos escénicos que hacen de este interesante documento un collage muy ameno y emotivo.
Roger Bernat, en cambio, sigue desarrollando su trabajo de investigación sobre la figura del público y, como ya pasaba en Domini públic (Radicals Lliure 2008), los espectadores volvemos a ser parte activa, sólo que ahora, en vez de convertirnos en actores, nos vemos haciendo de bailarines. La consagració de la primavera es una versión de andar por casa de la coreografía que Pina Bausch hizo en 1975 con la partitura de Stravinski. Equipados con auriculares por los que nos llegan instrucciones precisas sobre los movimientos que realizar, cada cual hace lo que puede, con más o menos gracia, de manera que el conjunto, en realidad un patético remedo del original, pasa en el mejor de los casos por una clase de aeróbic a distancia. Una fórmula, lo de jugar con el público, que empieza a cansar un poco.
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