"Cada día hay un minuto que digo: ¡Pero quién me ha metido en esto!"

Aquí hay algo que celebrar: una mujer, Pepa Bueno, es la presentadora líder de la noche informativa en televisión. Y eso, en un mundo que apenas ensaya la igualdad en las casas y que no la consigue en el poder, es una gran noticia. Bueno (Badajoz, 1964) no quiere atribuirse méritos y se sabe heredera de un Lorenzo Milá ya exitoso, pero lo cierto es que su audiencia creció incluso antes de que RTVE eliminara la publicidad.

Estamos en Sudestada, un local donde basta mirar la ficha adjunta para compartir que más nos vale confiar en el cocinero: nem tom, com rang, sate kambing, ¿qué más da? La mesa se ha llenado de platos con arroces, carnes, salsas picantes, no picantes o filamentos de colores que -dicen- componen una ensalada. "Elijo este sitio porque me gustan las mezclas: un camboyano gestionado por argentinos simboliza lo mejor que nos puede traer la mezcla, por ejemplo, la inmigración".

La periodista se fajó en el teatro; hoy es líder de la noche informativa en la tele

Y aquí estamos intentando recordar si el cordero había que mezclarlo con aquella salsa, pero sin pasar por ésta, como instruyó el camarero, pero manteniendo a raya el placer ante una intensa tarde de trabajo que sólo acabará después de las diez. "Disfruto comiendo y siempre he tenido buenos cocineros a mi alrededor, pero si trabajo no sé comer. Ni beber".

Bueno es tercera de cuatro hermanas, hija de policía y ama de casa, y al relajarse se deja conquistar por un suave acento extremeño que sorprende frente a su dicción neutra en pantalla. Soñó siempre con el periodismo: "Que estar donde ocurren las cosas fuera un trabajo me pareció una inmensa suerte". El teatro la entretuvo a fondo en la adolescencia, con giras y una carrera incipiente que la hizo crecer rápido, pero quería probarlo y el micrófono ganó: "La universidad en Madrid me decepcionó muchísimo, venía de un mundo de adultos y encontré tanta diferencia entre lo que necesitaba y lo que me daba que estuve a punto de dejarlo. Pero no sin probar a ejercer". Así que llegaron las prácticas, la radio, de ahí a la televisión y ya suman 17 años en plató. "El teatro me ayudó a estar ante la cámara, pero ahí te protege el personaje, mientras en informativos sólo eres tú". ¿Lo mejor? El directo: "Rindo más bajo presión".

Lo suave ha ido cayendo y lo fuerte queda abandonado a la espera de comensales más despreocupados. Del periodismo y la política lo hemos dicho casi todo, y en ambos ámbitos niega un pasado mejor -"estoy mal dotada para la nostalgia, éste es mi tiempo y no lo voy a comparar"-; de su hija de 10 años cuenta que le ha cambiado el centro de gravedad. Pero sin querer dan las cinco y debe salir pitando para enhebrar ese hilo conductor que teje el telediario, que lleva tantas horas preparar y sólo minutos demostrar. Y, a pesar de los años, cuando el guión está escrito, el hilo trazado, las conexiones a punto, el maquillaje en su sitio, y los focos enfocando, admite: "Cada día hay un minuto en el que te preguntas: ¡Pero a mí quién me ha metido en esto!".

Pero entonces se abre el telón, y la audiencia, tres millones cada noche, sigue ahí.