Camps se parapeta tras su silencio
El jefe del Consell trata de pasar inadvertido en el balcón del Ayuntamiento

Llegó un par de minutos antes de las 14.00, cuando la lluvia empezaba a caer. En su agenda no figuraba como previsión. Traje azul, piel morena, sonrisa oxidada, el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, acompañado de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, detuvo sus pasos a dos metros del murete del balcón del Ayuntamiento. Prefirió no saludar al público de la mascletà, pasar inadvertido. Se colocó tras la alcaldesa, las falleras y bellees, y allí se quedó, callado. Nada que ver con los botes entusiasmados de otros años o los saludos inacabables a la multitud. Se plantó en segunda fila y no se arriesgó a que nadie le pitase como le ocurrió las Fallas pasadas. Tampoco hizo declaraciones. Sólo después del estruendo y con las piernas ganando el vestíbulo, charló unos minutos con el líder de los populares vascos, Antonio Basagoiti, quien bromeó que "pese a ser de Bilbao había pasado un poco de miedo en la mascletà". El jefe del Consell, que únicamente ha asistido a dos mascletades estas Fallas, se reunió con la alcaldesa en su despacho antes del disparo. También acudieron el líder de los socialistas valencianos, Jorge Alarte, y la secretaria general de Infraestructuras del Ministerio de Fomento, Inmaculada Rodríguez-Piñeiro. Camps y Alarte se han visto más en estos días que en todo el año pasado. Coincidieron el domingo en el balcón, igual que ayer, y tropezaron de nuevo en la cena de la cremà que organizó el consistorio. Pese a los encuentros y el ambiente festivo, la relación entre ambos se limita a "hola" y "adiós".
Prefirió quedarse en segunda fila y no saludó a la multitud como antes hacía
La mascletà de ayer fue la última de las Fallas 2010. El concejal de Fiestas, Felix Crespo, se descalzó del cansancio acumulado estos días fumándose un pitillo. Mientras, Barberá atendió a los medios de comunicación para hacer un balance del fin de fiesta, contar que ha ido a los toros y que el AVE, que llega en diciembre, lo cambiará todo. La alcaldesa, radiante, cogió de la mano a una niña y se despidió. Para entonces ya hacía rato que Camps se había ido.
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