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Crónica:CARTA DEL CORRESPONSAL / París | Economía global
Crónica
Texto informativo con interpretación

El mago en el restaurante

Antonio Jiménez Barca

¿Es mucho una rebaja de 14 puntos de IVA? ¿Es poco? ¿Bastante? ¿Es suficiente? En Francia acaban de descubrir que no es nada. Es decir, que se esfuma. Los viejos magos que ya sólo actúan en algunas películas de coleccionista hacían desparecer conejos del sombrero: aquí en París acaban de descubrir cómo (nada por aquí, nada por allá, voilà) el montante en cuestión se volatiliza y todos se quedan con la boca abierta.

Veamos.

La historia se remonta a ese presidente campechano, amigo de los bocadillos consistentes y de prometer en campañas electorales esto o lo otro (o esto y lo otro o ni esto ni lo otro): Jacques Chirac, en 1995, aseguró a los dueños de bares y restaurantes franceses que les rebajaría el TVA (el IVA en versión francesa). No lo cumplió. Nicolas Sarkozy, su sucesor, recogió el guante. "Yo cumplo hasta las promesas que no son mías", manifestó hace poco, refiriéndose al asunto. Así, en julio se aprobó una ley que estipulaba que los restaurantes pagarían de IVA un 5,5% en vez del 19,6% que pagaban. Es decir: 14,1 puntos menos.

El IVA que pagan los restaurantes franceses bajó del 19,6% al 5,5%
En muchos establecimientos los precios siguen siendo los mismos
La situación ha dado pie a un intenso debate parlamentario

Es importante el contexto. Recordemos el último julio: la tempestad de la crisis soplaba como nunca reventando empresas, las previsiones mundiales de la OCDE daban calambre, no había luz al final del túnel porque no había ni túnel, sino un agujero hondo en el que echarse a temblar. De modo que la rebaja del IVA a los restaurantes parecía una buena idea: menos impuestos, ergo bajada automática de precios, ergo más cafés y menús del día, ergo más consumo, ergo más ingresos, ergo, ergo...

Porque los hosteleros prometieron, claro, repercutir automáticamente el porcentaje de la rebaja en el precio final. El Gobierno prometió a su vez inspectores para que se cumpliera la promesa.

No hacía falta ser inspector para darse cuenta de que el primer eslabón del cuento de la lechera falló: el café con leche costaba lo mismo después de julio. Y sigue costando. Muy pocos restaurantes han bajado los precios. Los ya de por sí caros restaurantes de París siguieron igual. También las cafeterías. Un café costaba y cuesta, mínimo, un euro noventa. Un espabilado corresponsal de la competencia asegura que ha encontrado un restaurante que ha bajado algunos platos del menú, y enseña una carta robada como prueba. Ya veremos. Este corresponsal se ha prometido comprobarlo.

Así, esta semana, un grupo de senadores, molestos por lo que consideran una tomadura de pelo, presentó una enmienda para retirar la rebaja y volver al IVA inicial. No prosperó, pero ha sido un aviso.

Con todo, hay diputados que abogan por el final de este yoyó fiscal del sube y baja y piden que se deje el IVA de los restaurantes donde está (el 5,5%) y olvidarse de la historia. Además, el presidente Sarkozy zanjó la cuestión y advirtió hace días que no iba a permitir una vuelta atrás: "Los dueños de los restaurantes son gente que trabaja duro, que no pide nada y cuyos locales sirven para unirnos en nuestras campañas".

Lo dicho: esos 14 puntos desaparecieron, voilà, como los conejos en los sombreros, como los viejos magos con chistera.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.
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