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Entrevista:ANDRÉS OROZCO-ESTRADA | Director titular de la Orquesta Sinfónica de Euskadi

"Al final, tu casa es la misma música"

La Orquesta Sinfónica de Euskadi (OSE) está de estreno con su nuevo director titular. Andrés Orozco-Estrada habla de procesos, de vivir para la música y de la superación por medio del trabajo. Un esfuerzo con el que, dirigiendo la OSE, hasta el momento sólo cosecha éxitos.

Pregunta. Es colombiano y lleva 10 años viviendo en Viena.

Respuesta. Cuando tú te pones una meta clara la tienes que cumplir como sea. Para mí estaba claro que quería ser músico, a los seis años empecé a estudiar violín. Pero en Colombia la figura del director de música era como ser astronauta. Era como decir: "quiero ser una tortuga ninja". Al final me lo tomé más en serio. Quería venir a Viena, aunque no sabía alemán. Eso fue en marzo de 1997, ahora sigo viviendo en Viena y con una sucursal en San Sebastián.

"El público de la OSE es más frío pero tiene una mentalidad abierta"
"La orquesta tiene mucho cuerpo y unas buenas cuerdas"

P. ¿Cómo se compagina dirigir orquestas por todo el mundo?

R. Tiene que estar todo muy coordinado, si no te vuelves loco. Hay personas que ayudan. Te aprovechas de un pedacito del cerebro de los demás y al final tienes un cerebro compartido. Además, la música es la música en todas partes, en Viena, en Colombia, en Hamburgo o en San Sebastián. No creo que haya pasado dos meses en mi casa de Viena, y en Medellín ni te hablo, pero, al final, tu casa es la misma música.

P. Estará en la OSE tres años, ¿es nómada o de quedarse?

R. Ambas cosas. Mi carrera hace que te muevas siempre. A partir de ahí, depende de los procesos, creo mucho en ellos y en sus resultados. De todos modos, para una orquesta sinfónica lo ideal es tener procesos largos. Lo mejor que puede pasarle es que encuentre su director y se mantenga con él 8 ó 10 años. Karajan fue titular de la Filarmónica de Berlín hasta que murió. Zubin Mehta es director vitalicio de la de Israel. Ya veremos aquí que pasa.

P. 7.100 abonados para esta temporada...

R. Es muchísimo. Vengo de un país donde hay mucha gente y a mí me gusta estar con ellos. Es un número de abonados envidiable, muy valioso, pero tenemos que seguir creciendo en público en general. En todos los auditorios hay entradas. Y, si no nos cabe el público, lo tendremos que meter como sea.

P. ¿Con qué público se queda?

R. Cuando aprendes a moverte por diferentes culturas, tu labor es sacar y disfrutar los puntos fuertes de cada una. Hay públicos más agradecidos, más bullosos, como en Bogotá. Pero la OSE tiene abonados que la vienen siguiendo desde siempre, y tú no vienes a contarles historias que no sepan. Es más frío pero más abierto, no está tan invadido de versiones. En Viena te encuentras lo contrario, si tocas una sinfonía de Mahler, se la saben nota por nota. Al final se trata de conseguir lo que hace la música: alegrar a las personas. Eso pasa aquí y allá, siempre y cuando hagas tu trabajo bien.

P. ¿Cómo suena la OSE?

R. Tiene mucho cuerpo y unas buenas cuerdas. El cuerpo del sonido lo dan precisamente ellas, son las más numerosas. La orquesta tiene mucho carácter y suena muy bien. Para mantener el nivel, tenemos que hacer un esfuerzo, porque es como estar llegando siempre a un nivel más alto.

P. Con esa filosofía de superación, ¿cómo se presenta la temporada?

R. Está muy bien pensada. Cumple con los conciertos de abono, es un ciclo muy interesante, con un repertorio con el que apuntamos a muchas direcciones, con Mendelssohn, Schubert, Mozart, Rachmaninov o Stravinsky. Sirve para el proceso artístico de la propia orquesta y también para disfrutar. Esta temporada no teníamos por necesidad salir fuera, sino afianzar la relación artística y personal, para poder salir a mostrar la orquesta en su mejor momento.

P. Comienza con Beethoven, quiere tocar su integral y de pequeño le llamaban Beethoven. ¿Tiene cierta fijación?

R. La integral me interesa porque empezar con él es importante, ya que ayuda en el proceso de encontrarnos mutuamente, de poner las cartas sobre la mesa. Somos una orquesta romántica en su formación, así que tenemos que empezar desde el principio. Además, en Viena he cogido un aprecio especial a Beethoven. ¿Por qué no intentar compartir esto con la orquesta?

P. ¿Viene a romper moldes?

R. Eso es peligroso. Se ha creado la moda de las excentricidades porque es el extremo que funciona. A mí me interesan más las cosas que pueden ser más pequeñas pero más duraderas que esos golpes de efecto. El laboratorio de música con jóvenes solistas es un buen ejemplo.

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