La crisis arruina el alquiler de balcones y terrazas
Los vecinos de los alrededores del circuito urbano esperaban poder hacer, literalmente, el agosto este fin de semana. Pero, este año, la crisis económica, la mala fortuna del piloto Fernando Alonso y el declive de las grandes escuderías en un mundial marcado por un reglamento confuso han contribuido a que apenas tres días antes de que comience el Gran Premio de Europa las terrazas y balcones privados se hayan quedado sin alquilar. "No se venden ni por la mitad de dinero que el año pasado", afirma el dueño de un restaurante de la calle J. J. Dómine, con vistas a la parrilla de salida y a la primera recta.
Javier creó una página web en la que ofertaba uno de sus balcones por 350 euros por persona para el fin de semana. Incluye, además de las vistas al circuito, un servicio de catering. "Sé que lo que hago es ilegal, pero sálvese quien pueda", afirmó al otro lado del teléfono. Nadie se ha puesto en contacto con él. "Si no se venden entradas, imagina cómo está el tema de los balcones". Si nadie llama, invitará a sus amigos.
Uno de los que sí ha tenido suerte es Juan. El verano pasado alquiló su terraza al equipo de Red Bull y este año repite. Equipada con piscina, varias barras y carpas, césped artificial, un pinchadiscos y una de las mejores vistas al puerto de Valencia, es una de las pocas azoteas de J. J. Dómine que han sorteado la crisis y las adversidades del evento deportivo. El alquiler para los tres días que duran las carreras supera con creces los 17.000 euros. "No conozco a nadie más que la haya podido alquilar. No porque no quisieran, sino porque este año nadie lo demanda", manifestó.
"No haremos negocio", afirma uno de los vecinos. Como éste, la propietaria de un piso en esa misma calle que el año pasado sí alquiló el apartamento a una empresa durante una semana. Eran seis personas y le pagaron 8.000 euros. Esta vez no ha encontrado inquilinos que le inspiren confianza. Tampoco los tiene el vecino del piso de arriba, en cuyo balcón también se exhibe el cartel de "se alquila". "Llamadas he recibido muchas, pero nadie se anima", señala. Pide, al menos, 400 euros por persona, y cabría cómodamente una docena. "No nos hace falta el dinero. Si no se alquila, lo disfrutará la familia", remata.
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