DOS
Así que me mudé a casa de mi hermana y compartí habitación con mi sobrino, el hombre invisible, porque el piso no daba para más. Ella se levantaba a las siete, se maqueaba y se marchaba al curro. Entonces me levantaba yo, despertaba al hombre invisible, le obligaba a lavarse, a vestirse, a desayunar, y lo llevaba al colegio (¡de la mano!). Al volver, me metía en el sobre y permanecía en estado de estupor un par de horas. Luego hacía la casa de acuerdo a un orden muy estricto que mi hermana había apuntado en un papel. Los lunes esto, los martes esto, los miércoles esto? Ningún resquicio para la creatividad. El lunes era el peor día porque había que pasar la aspiradora. Su ruido me rayaba. La separación había convertido a mi hermana en una puta ama a la que yo obedecía como un puto esclavo. Me ordenó que dejara de decir tacos delante de ella y dejé de decir tacos delante de ella, que dejara de fumar y dejé de fumar, que telefoneara de vez en cuando a mis viejos, para ver cómo estaban, y telefoneaba de vez en cuando a mis viejos para ver cómo etcétera.
Al mediodía, un día sí y un día no, iba al mercado y hacía la compra de acuerdo a una lista también muy rígida. Por la tarde recogía al hombre invisible, volvíamos a casa, le preparaba la merienda y le ayudaba con los deberes hasta que llegaba mi hermana, sobre las siete. Me enseñó a cocinar cuatro cosas básicas y tenía que preparar todos los días la cena para los tres, además de la comida para mí. Cuanto más sumiso me volvía yo, más dura se volvía ella. Pasado un mes, me ordenó que dejara de tomar las pastillas. Te atontan, dijo, haces las cosas como un autómata. Es que quiero ser un autómata, dije yo. Tonterías, dijo ella cogiendo los frascos y tirándolos a la basura. Me puse a llorar y ella dijo que si no me daba vergüenza llorar delante del crío y yo me sorbí los mocos y continuamos los tres cenando en silencio, con el ruido de la tele de fondo. Al poco, mi hermana dijo que me habían salido muy bien las croquetas y el hombre invisible le dio la razón y yo les di las gracias a los dos. Y sonó el teléfono y era mi vieja y mi hermana le dijo que me salían muy bien las croquetas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Últimas noticias
La tragedia del Tren Interoceánico, en imágenes
El Tren Interoceánico arranca 2026 sin seguro de pasajeros
“Yo creo en Dios”: así es la nueva canción de La Oreja de Van Gogh estrenada en la Nochevieja de La 1
Una jueza bloquea la eliminación del TPS de miles de ciudadanos de Honduras, Nicaragua y Nepal
Lo más visto
- Jubilarse a los 66 años y 8 meses llega a su fin: la nueva edad de retiro de 2026
- Un petrolero perseguido por Estados Unidos en el Caribe pintó una bandera rusa en un intento de escape
- La Audiencia Nacional avala la decisión de Robles de retirar el nombre de Franco a una bandera de la Legión
- Crece el “analfabetismo religioso”: dos de cada diez catalanes no saben qué se celebra en Navidad
- Guerra de precios de las balizas V16 en vísperas de su obligatoriedad




























































