Las víctimas de la corrupción
En los medios de comunicación se habla estos días de las víctimas de la corrupción administrativa de 16 funcionarios del Ayuntamiento madrileño. Las víctimas parecen ser los esforzados empresarios de los bares de copas que tienen que pagar unos miles de euros para obtener lucrativas licencias de apertura.
Pero los empresarios del alcohol nocturno no son las víctimas sino los beneficiarios de la opacidad administrativa. Si no fuera por la corrupción, los funcionarios municipales no se habrían arriesgado a conceder licencias en áreas saturadas de ruido contradiciendo la normativa municipal y muchas licencias, con o sin tarifa añadida, no se habrían concedido. Los funcionarios corruptos facilitan la instalación de terrazas ilegales en espacios públicos y dan licencias para locales sin sonorización a cambio de una comisión. Pero esta privatización de espacios urbanos, que provoca la expulsión de los ciudadanos que quieren hacer uso de la calle sin gastarse cuatro euros en un tercio de cerveza, tiene unos beneficiarios absolutos. Son los empresarios del licor para ricos, que luego compensan con creces el impuesto revolucionario vendiendo copas caras hasta altas horas de la noche, mientras varios miles de vecinos no pueden dormir.
Si no fuera por la magnitud de los beneficios no les habría compensado pagar la tarifa de la corrupción municipal y todo habría salido a la luz mucho antes. De hecho, ha sido un empresario que se negaba a pagar el que denunció los hechos. ¿Por qué no lo denunciaron antes ustedes, inocentes empresarios?
Las verdaderas víctimas no son los empresarios sino los ciudadanos, residentes o no en el centro. La utilización del centro histórico madrileño para una política de concentración de ocio nocturno destruye la ciudad. Tiene que haber leyes que protejan los intereses públicos y el derecho a la intimidad de los residentes, leyes que limiten el intento de usar el escaso espacio para el uso privado-empresarial, que regulen la densidad de terrazas y de bares por unidad de espacio, que obliguen a insonorizar locales, a cerrarlos a determinadas horas, leyes que se hagan respetar.
Por eso, para esquivarlas, sus enemigos recurren a métodos ilegales. Es lo que verdaderamente le da sentido a la corrupción, y no el victimismo barato de los actuales reyezuelos absolutos del centro de Madrid.
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