Irreverencia, nocturnidad y ambiciones comerciales
Es una mudanza obligada. El escenario habitual del Centro de Nuevos Creadores, la sala Mirador (Doctor Fourquet, 31), estará en obras hasta finales de diciembre, pero profesores y alumnos reconocen que actuar en la Gran Vía madrileña, aunque sea en una modesta sala de 300 butacas, "tiene su punto".
La katarsis del tomatazo mantiene irreverencia y tomates, pero atrasa su horario -de las 23.30 a las 0.30-. "Entendemos que el público de La katarsis es irreverente y la irreverencia es nocturna", apunta Enrique Salaberría, responsable de Smedia, la empresa que gestiona el teatro. Y, eso sí, nada de copa durante la función. "Se la pueden tomar en el ambigú, somos un teatro y, por mucho desenfado que haya en la representación, nosotros debemos mantener las formas". "En una sala distinta, el espectáculo gana unas cosas y pierde otras: no habrá copa, pero estaremos hasta más tarde y, además, damos un respiro a las 13 comunidades de vecinos de Lavapiés que nos detestan", justifica Cristina Rota, directora de la escuela de interpretación.
El espectáculo se medirá con los grandes, dice Salaberría sin complejos. "Cada uno a su nivel, pero lo independiente no quita lo comercial y, desde luego, si no creyéramos que fuera a funcionar, no lo programaríamos", explica. De hecho, La katarsis se suma a otras apuestas distintas del Pequeño Teatro Gran Vía como Espinete no existe, de Eduardo Aldán, o Te quiero, eres perfecto... ¡Ya te cambiaré!, de la compañía Tela-Katola. "Supongo que la única estrategia que seguimos es la variedad", concluye Salaberría.
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