Manolo Vicens, 'niño de la guerra'
Trabajó como ingeniero de la industria militar soviética en Siberia

Manolo Vicens ha muerto en un hospital de Moscú víctima de una enfermedad pulmonar que durante mucho tiempo no había conseguido quebrantar la alegría y actividad de este niño de la guerra español, que pasó largos años trabajando como ingeniero en Siberia sin olvidar sus orígenes.
Nació Manolo en 1928 en una familia formada por Juan Vicens, el organizador de la red de bibliotecas populares de la República, y de María Luisa González, primera mujer admitida en la Universidad de Salamanca y amiga de Miguel de Unamuno. Por su infancia pasaron, como amigos de sus padres, Pablo Picasso, Federico García Lorca y Luis Buñuel.
El pequeño Vicens llegó a la Unión Soviética en 1939 junto con su hermano y su madre. La Guerra Civil había separado a su familia, y el padre, que se había exiliado a México, sólo pudo reunirse con ellos tras la muerte de Stalin, en 1953. Manolo residió en una casa de niños y se graduó en 1951 con sobresaliente en el Instituto de Ingenieros Constructores Kuíbishev de Moscú, mientras María Luisa fundaba cátedras de español en el Instituto de Relaciones Exteriores y otros centros universitarios.
Como ingeniero de la industria militar, Vicens fue destinado a Siberia, donde permaneció hasta los años sesenta. Vivió en Barnaul (en el Altái), en Bisk y en Omsk, y de aquella estancia en duras condiciones climáticas y materiales le quedó un profundo conocimiento de las gentes de Rusia, y también sabias reflexiones sobre la vida, la naturaleza y el mundo animal que él sabía contar con lenguaje colorista y evocador.
Manolo transmitió su curiosidad insaciable a sus hijos, Miguel, Ana y Elena, con quienes mantuvo una página científica en Internet. Desde que le dejaron viajar fuera de la URSS, a fines de los años ochenta, cada año iba a España para visitar a su madre, que había regresado en 1976.
Tras la muerte de María Luisa en 1998, Manolo entregó a la Residencia de Estudiantes el archivo de su familia, que contiene dibujos de Alberti, Benjamín Palencia y Moreno Villa. Respetuoso y tolerante con los puntos de vista ajenos y abierto siempre a lo nuevo, Manolo consideraba que en la vida había dos clases de personas, las que arrastran y las que se dejan arrastrar. Él pertenecía a la primera.

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