Divulgar en con(ciencia)
En España siempre ha existido un divorcio entre sociedad y ciencia. Así, mientras Darwin se preocupaba de explorar el mundo en busca de más conocimiento, las únicas expediciones españolas de relieve, allá por los siglos XV-XVI, se dedicaron a fines meramente estratégicos tanto políticos como mercantiles. Salvo honrosas excepciones, nuestro país se ha caracterizado más por la expansión de nuestra herencia y doctrina religiosas que por la difusión y/o adquisición de una cultura del conocimiento. Este lastre es el que nos ha abocado al presente, en el que, luego de un siglo XX relativamente esplendoroso, los científicos hemos de acercar nuestra labor al ciudadano de a pie.
Se esgrime siempre que los científicos empleamos un vocabulario demasiado técnico, difícil de asimilar por la mayoría de la población. Cierto es que los científicos nunca hemos prestado mucha atención a hacernos "entendibles", pero también es verdad que en nuestra sociedad siempre hemos preferido las letras a los números, el teatro a los fenómenos naturales, la pintura al diseño de artefactos. Todo ello nos ha generado un acervo más bien magro en conocimiento científico. Y como muestra un botón, que se dice en el lenguaje de la calle: invito a los lectores a que piensen en tres escritores, tres dramaturgos y tres pintores españoles, y piensen después en tres matemáticos, tres naturalistas o tres físicos de origen español.
No son pocos los científicos que además de su pasión por la ciencia tienen afición por la historia, la literatura, la música, la filosofía, las artes plásticas, etcétera. No sabría decir si hay una correspondencia inversa, y los profesionales dedicados a estas ocupaciones sienten alguna atracción por la ciencia. Los cánones nacionales han colocado siempre a la ciencia fuera del concepto de cultura general, cosa que en otros países de nuestro entorno no es así.
Sin pretender eludir mis responsabilidades como comunicador de ciencia, paso a exponer otro ejemplo cotidiano. Leo en uno de los libros de Lengua de 6º de Primaria un ejercicio en el que los alumnos han de escribir con todas las letras a las que se refieren los respectivos acrónimos, frases como "la RAE editará un nuevo diccionario" o "el COI decidirá este mes la sede de los nuevos JJ OO". Imagino que aún faltan muchos años para que los infantes de dicho nivel educativo se encuentren con frases del tipo "Científicos del CSIC estudian el ADN de la mosca".
Así, nos vemos en la época actual, en la que términos científicos que debieran estar totalmente integrados en nuestro vocabulario nos hacen volver a la alquimia y la superstición, al misterio indescifrable de un conocimiento que, para qué intentarlo, está reservado a unos cuantos seres extravagantes. A pesar de ello, los científicos no debemos renunciar a hacer lo imposible por aproximar nuestra tarea a la sociedad y divulgar en conciencia que la nuestra, por pequeña que sea, es una contribución al desarrollo de la humanidad. De hecho, los escasos grandes descubrimientos científicos están siempre apoyados en multitud de pequeñas e insignificantes investigaciones previas. Explicar nuestra función es algo que le debemos a los ciudadanos en tanto que contribuyentes y como sujetos a la postre de nuestra acción. Pero también hemos de exigir a los responsables políticos y sociales que los ciudadanos necesitan una base científica que les permita entender lo que hacemos, por qué lo hacemos y cómo les afecta. Y eso se empieza enseñando desde los primeros niveles de primaria, hasta la actuación en diversos frentes, inclusive la organización de semanas de la ciencia como las que se vienen celebrando, por suerte, desde hace unos años. Como no es pretensión del que suscribe enfrentar humanidades y ciencia ya que son actividades complementarias, he de manifestar que soy un confeso amante de las letras, el teatro y la pintura, pero también de los números, los fenómenos naturales y el diseño de artefactos.
José Manuel Palma Martínez es investigador científico de la Estación Experimental del Zaidín (CSIC) de Granada.
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