"Es imposible que fuera islamista"
A las cuatro de la madrugada, la policía rompió la puerta del domicilio de Nasredine Ben Lasid Amri, un tunecino de 30 años vecino de Vidreras (Girona). Ni sus familiares ni sus amigos se explicaban la detención de este técnico de telefonía que trabaja como autónomo. "Es imposible que sea islamista; si ni siquiera reza", dijo su suegro, llegado desde Toulouse (Francia) a las pocas horas de conocer la operación policial.
Su hija, la esposa del detenido, Amri Nasredinne, está embarazada de dos meses y a raíz de la operación policial sufrió pérdidas de sangre que la obligaron a ingresar por unas horas en el hospital. "La mantuvieron esposada y no tuvieron ninguna consideración", explicó ayer Maria Carme Navés, amiga de la pareja.
En la casa entraron entre 12 y 14 policías que se llevaron una agenda, papeles y un ordenador. Nasredine vivía en Vidreres desde hacía más de un año. "Era una persona integrada, hablaba catalán y trabajaba duro para salir adelante", añadió un amigo.
Quienes conocen a Nasredine Ben Lasid explicaron que era "un simple trabajador" sin antecedentes radicales que, a causa de su quehacer diario, "ni siquiera tenía tiempo de meterse en líos". Por eso negaron que pudiera tener relación alguna con los islamistas del 11-M.
En la populosa ciudad de Santa Coloma de Gramenet, casi nadie conocía a otro de los detenidos, Zohaib Khadiri. Apenas llevaba un mes residiendo en un piso de alquiler junto a otros chicos. Ayer sólo quedaba un bote de detergente y unos calzoncillos tipo boxer en el lavadero de la vivienda, cuya puerta estaba precintada.
"No hablábamos demasiado, apenas un hola y un adiós", explicó Manuel, que vive en el piso situado debajo del de Zohaib. "No pagaban los gastos de la comunidad, y entraba y salía gente de manera constante. Pero no había problemas de convivencia", comentó Montse, otra vecina del inmueble.
El enorme despliegue policial despertó a los vecinos -que ya habían observado la presencia de policías de paisano las últimas semanas- a las tres de la mañana. "Cuando escuché 'al suelo, las manos sobre la cabeza' me entró el pánico", resumió Manolo, otro propietario de la misma finca.
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