Dos cuestiones sobre la belleza

Si mañana se demuestra que Dios no existe, ¿en qué cambiaría eso su vida? Responde Mercedes Capotable:
-¿Se refiere a nuestra vida o a la de Dios?
-A la suya de ustedes, Capotable.
-Pues los condones subirían, se precisarían nuevos argumentos para matar a más de mil tíos y ya no habría que ir a misa en los días rojos.
¿Y en los días verdes, Capotable? Porque les recuerdo que los marcianos también pueden tener sus fiestas de guardar, como todo hijo de la galaxia. Y además, como dice el pérfido Joker, "si se demuestra que Dios no existe, los creyentes seguirán creyendo".
De modo que aquí lo único que está claro es que subirán los condones. Los filósofos, por tanto, deben abstenerse de demostrar la inexistencia de Dios por los previsibles efectos inflacionarios de tal actividad.
¿Y si lo que se demuestra es que Dios existe? Quizá responde:
-Habría un aumento de feligreses en las ceremonias y una infiltración del poder civil por el religioso, con vistas a la neo-inqui, pero todo por nuestro bien.
-Estupendo, quizá, ¿algo más, bonito?
-¡Ateos y herejes, habéis perdido de penalty mal pitado fuera de tiempo!, dirían por los altavoces con recochineo. ¡Purgaréis vuestras culpas en el cielo y en la tierra! De los gobiernos se hará cargo una autoridad, eclesiástica por supuesto.
-Por supuesto.
-Y yo poco a poco volveré a mi vida de siempre.
Por supuesto. Pasemos entonces a la adivinanza de Tagore: ¿De qué Dios se puede decir "el Dios en que perdí la fe sigue existiendo"? Del Dios Meigas, responde Ángel Luis. Ya nadie cree en él, pero haberlo haylo.
¿Que no? Miren lo que le pasó a Pakus Béctor cuando iba hacia Arousa, que le pregunta a la cajera del peaje: "¿Por favor, para ir hacia Arousa?". Y le responde la cajera: "¿De dónde viene usted?". Es el efecto Meigas, amigos.
Para mañana: 1. Defina la belleza. 2. Explíquela (por ese orden).
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