Debate devaluado
La composición del Parlamento de Andalucía y del Congreso de los Diputados tras el doble resultado electoral del 14 M de 2004 conducía casi inevitablemente a que el debate parlamentario en nuestra comunidad fuera un debate políticamente devaluado. Fundamentalmente porque el PP, desde que perdió las autonómicas de 1996, había confiado su estrategia en Andalucía a lo que se pudiera hacer desde el Gobierno de la nación ocupado por ellos. Entre 1996 y 2004 pudimos comprobar como el PP no hacía oposición al Gobierno andaluz desde las instituciones andaluzas, sino que la oposición se hacía desde Madrid, con ministros andaluces o no andaluces. Además de la tutela constante por parte de Javier Arenas desde su posición de ministro, de secretario general o de vicepresidente del Gobierno, tuvimos también la presencia casi semanal de ministros o intervenciones tan destacadas como la del vicepresidente Rodrigo Rato en el pleito de Cajasur o la de Mariano Rajoy con motivo de la financiación autónomica. No hubo a lo largo de esos ocho años debate propiamente andaluz en el seno del Parlamento de Andalucía, sino la tensión permanente entre el Gobierno de la nación dirigido por el PP y el Gobierno de la Junta dirigido por el PSOE.
Con este diseño en la cabeza fueron los populares a la doble convocatoria electoral del 14 M de 2004, dando por supuesto que las cosas seguirían como habían estado en las dos legislaturas anteriores. No tenían esperanzas de ganar en las autonómicas, aunque pensaban que reducirían la ventaja del PSOE en las últimas, pero estaban seguros de que mantendrían la mayoría, aunque no fuera tan amplia como la del 2000, en las elecciones generales.
El fracaso no pudo ser mayor. Perdieron las generales y perdieron de una manera abrumadora en las autonómicas. Desde entonces el PP en Andalucía está completamente desconcertado. Los máximos dirigentes, Javier Arenas y Juan Ignacio Zoido, no tienen la condición de parlamentarios y, en consecuencia, no pueden estar presentes en el órgano en el que se institucionaliza el debate en toda democracia parlamentaria. De ahí la tendencia que viene manifestando la dirección del PP-A a que no sea el Parlamento el centro de la vida política, sino que esta se desplace fuera del mismo. No es muy distinta en este sentido la posición del PP en nuestra comunidad de la que propugna Batasuna con su mesa de partidos extraparlamentaria en el País Vasco.
El hecho de que, además, esta legislatura haya sido la legislatura de la reforma del Estatuto de Autonomía ha acentuado todavía más el fracaso de la estrategia del PP. Al haber confiado toda su estrategia a la obstrucción que a los procesos de reforma se haría desde el Gobierno de la nación, cuando han perdido éste, se han quedado sin saber que hacer. De ahí que no haya sido posible articular un debate, pues para que el debate sea posible es necesario que haya interlocutores que sean capaces de fijar su posición y contrastarla con la de los rivales. Y eso no lo hemos tenido en Andalucía en ningún momento.
Mucho menos que en Cataluña. Allí todavía Josep Piqué participó en la comisión redactora del proyecto de estatuto e hizo propuestas concretas sobre su contenido, aunque al final la dirección del PP decidiera tirar por la calle de en medio y desentenderse del debate. Aquí no ha habido participación alguna por parte de los populares. Ni al principio ni al final. El miércoles tuvimos ocasión de comprobarlo por enésima vez en el debate sobre el estado de la comunidad. La intervención de la portavoz del PP, Teófila Martínez, no fue más que la repetición de los lugares comunes a los que los populares nos tienen acostumbrados. De ahí la sensación de cansancio que el, en esta legislatura mal llamado debate sobre el estado de la comunidad, produce. En el Parlamento andaluz formalmente hay vida parlamentaria, pero materialmente deja mucho que desear.
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