Nosotros y los monos

Que un Parlamento donde se ha oído casi de todo en la presente legislatura se haya puesto a debatir ahora sobre los derechos de los grandes monos pone el chiste muy fácil. Más aún, cuando quienes suscitan el debate no son lo suficientemente claros, confiesan que han sido malinterpretados y el tema salta inmediatamente a las páginas de la prensa nacional e incluso es recogido en la primera de algún medio extranjero. Sin embargo, lo difícil es saber de qué se ríe uno.

Las fronteras de la evolución biológica son exactamente igual de difusas que las del desarrollo humano. Cuando damos por hecho que todo ser humano tiene "derecho a la vida", por ejemplo, ¿incluimos a un embrión de 14 días? ¿Se lo imponemos a un enfermo terminal para el que tal "derecho" sólo significa dolor y tortura, o a un vegetal con forma humana?

"Prefiero investigar con un embrión humano que con un chimpancé", manifestó hace unos años el filósofo y bioético Peter Singer, cuyos sólidos argumentos han logrado ya que Nueva Zelanda y otros países aprueben unas legislaciones similares a la que se discute ahora en Madrid. Los detalles son importantes. Una cosa es eliminar el maltrato, el comercio y la investigación en cosméticos, y otra muy distinta eliminar toda investigación. Y abrir las jaulas.

Cuando amainen los chistes empezará lo difícil.