China, en el Carnaval del Teatro de Venecia
Se exhiben el vestuario de 'El último emperador' y las acuarelas de Pedro Cano
Venecia es un hervidero de máscaras y ojos rasgados: el Carnaval del Teatro cumple 25 años y vuelve a su fundador, Maurizio Scaparro, director del sector teatro de la Bienal, que ha ideado esta edición dedicada a China. El programa empezó ayer y durará hasta el próximo 28. Por el día, La ciudad no prohibida, para los niños, con dragones y fábulas; después, espectáculos como el viaje de Marco Polo al reino de Kublai Kan, La cenicienta de Duan Cheng Shi o las exposiciones: el vestuario de El último emperador, de Bernardo Bertolucci, y las acuarelas de Pedro Cano sobre Las ciudades invisibles de Calvino en Arsenale. La expectación mediática la centra la coreógrafa transexual Jin Xing.
Los chinos no sólo fueron inventores del papel moneda, los espaguetis y la pólvora; también crearon La Cenicienta, sólo que siete siglos antes que la de Perrault. Y la zapatilla que pierde la muchacha no es de cristal, sino de oro. La Cenicienta china se representó ayer en Ca Farsetti (los pupitres de los concejales ocupados por niños italianos y chinos). Era el inicio de un programa que tiene marionetas, sombras chinescas, máscaras, teatro y danza.
Scaparro ha vuelto a Venecia como director del sector teatro de la Bienal y de paso a poner en marcha este carnaval dedicado a China, un evento visionario que quiere acercar al público a ese gran desconocido que llega con fuerza descomunal a la economía, la cultura y la vida cotidiana. Scaparro recordó ayer aquel primer Carnaval del Teatro en 1981 que coincidió con el intento de golpe de Tejero y la visita a Venecia de Comediants: "Organizamos enseguida una manifestación de apoyo a la democracia en España. Al resolverse todo positivamente en Madrid, nuestra fiesta de carnaval fue doble". El logotipo del Carnaval del Teatro crea una extraña y feliz pareja: el dragón de China y el León de Venecia se funden en una figura mítica y mixta con un sugerente antifaz rojo. La città non proibita (La ciudad no prohibida) evoca el recinto pequinés de los emperadores. Se entra bajo un dragón de seda donado por Zouzuang, la Venecia china hermanada con la italiana.
Las exposiciones se inauguraron ayer: en Arsenale los trajes de El último emperador, una selección rigurosa, pues 9.000 sastres llegaron a coser más de 17.000 piezas de ropa con añadidos antiguos. En el filme impresionaban, de cerca son emocionantes: nubes, murciélagos, grullas rampantes, peces dorados, lotos flotantes, dragones, olas, símbolos con montañas que vuelan. Todo bordado al relieve, pintado y vuelto a recamar. Es probablemente el vestuario de cine más complejo hecho jamás por la industria del séptimo arte, concebido por James Acheson (por él ganó un Oscar) y producido entre Londres, Roma y Pekín.
En paralelo, Ca Pesaro enseña excepcionalmente su colección de vestidos imperiales y porcelanas y de la dinastía Qing (1644-1911) del fondo del príncipe Enrico de Borbón y llevada a Ca Pesaro en 1928. También en Arsenale, las 55 acuarelas del pintor murciano Pedro Cano llenan de magia la sala Marceglia: versión imaginada de las ciudades que escribió Italo Calvino con nombre de mujer, obras que aparentan haber sufrido un largo viaje transcontinental, acumulan capas misteriosas, alfabetos fenicios o libios, vistas que recuerdan Damasco tatuadas en las espaldas de los marineros mudos. El propio Cano leyó con acento del sur los fragmentos de Calvino que le llevaron a esas imágenes. La gran atracción escénica es la coreógrafa transexual Jin Xing, ex coronel del Ejercito Rojo y estrella mundial de la nueva danza china, que estrena mañana Shanghai tango en el Malibran.

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