La línea

Un compañero de la mercante tenía la costumbre de rotular su nombre en las puertas de los servicios de los bares portuarios: Aquí estuvo Carnocho I. Iba por la vida con un alias de monarca, eso que era maquinista de segunda. Si yo hiciese lo mismo sería más famoso que el capitán Nemo, porque yo tengo mucho más mundo que Carnocho I. Pero a mí no me gusta la publicidad. Una noche de guardia me leí de un tirón un libro titulado Al filo de lo invisible. Ese es el estado ideal. Ni normal, ni anormal. Paranormal. Hace unos años, en Suráfrica, en Port Elizabeth, iba por una larga avenida, muy fatigado, y divisé un banco. Era el banco perfecto, en el lugar adecuado, bajo un árbol, para echar una cabezada. Cuando llegué, encontré un gran aviso en el respaldo: Europeans only. Carajo con el banco. Un banco anormal. Empecé a dar vueltas alrededor. Vueltas paranormales. ¿Debía sentarme o no? ¿Era mi culo europeo? Sólo la gente de color parecía normal. Caminaban como si no nos vieran, ni al banco ni a mí. Di otra vuelta paranormal y descubrí que en el envés del respaldo había una pequeña inscripción: Aquí estuvo Carnocho I. Sí. Estar, estuve en muchos puertos. Podría contar muchas aventuras, el asunto sexual y eso, pero te voy a ser sincero. Lo más curioso que me pasó fue lo de Corea. ¿Norte o Sur? Ahí voy. Ahora te cuento. El capitán explicó que la ciudad a la que íbamos, Inchon, estaba en el Sur, pero el puerto era fronterizo. Justo estaba en la Línea de Demarcación. Y tal cual. Había una línea en el suelo. Yo tenía prisa por airearme. Al desembarcar, me dijo el capitán: "Tú sigue siempre la línea, no te salgas de la línea bajo ningún concepto". Había soldados a ambos lados de la raya, dos filas enfrentadas. Y yo en el medio. Se oía el rumiar de las armas cuando están al acecho. En el barco alguien había contado que en la guerra de Corea hubo nueve millones de muertos. Avancé por la línea con vértigo, como si aquel trazo fuera la cuerda de un sórdido equilibrista. Un falso movimiento por mi parte, una onomatopeya, y podría estallar la guerra mundial. Al fin había encontrado el umbral de lo invisible. ¡Qué horror! Cómo me gustaría leer en el suelo: Aquí estuvo Carnocho I, maquinista de segunda.
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