Los males de Seat
La dirección de Seat ha planteado el despido de 1.346 trabajadores en Cataluña, en torno al 10% de la plantilla. Con una capacidad de producción de medio millón de coches, Seat fabricará este año 396.000. Los mecanismos de flexibilidad pactados con los sindicatos son insuficientes, según la compañía, para evitar las pérdidas. Los sindicatos se oponen en la calle a este horizonte de despidos y culpan de las dificultades a una deficiente política comercial. Una crisis en Seat tiene un impacto gravísimo en el tejido industrial catalán y español. De ahí la necesidad de superarla.
La cuestión central es si esta situación es coyuntural o responde a un problema estructural. La ubicación de Seat, dentro de Volkswagen, en la división Audi y la apuesta de asociar la marca a automóviles de gama superior a la fundacional tiene lógica, porque matiza la presión que sobre coches baratos llega de fábricas en países con menos costes laborales. Pero acreditar Seat en este sector exige un esfuerzo comercial más importante y distinto. Seat es una marca poco conocida fuera de España. Si se trata de dar tiempo a la empresa para consolidar esta alternativa, los sindicatos deberían estar abiertos a remedios temporales que garanticen el futuro de la marca.
Los sindicatos suscribieron en el último convenio una cláusula de salvaguardia que preveía, en situaciones de emergencia, una reducción de las horas trabajadas y los sueldos. Ahora, la empresa pide su aplicación y las centrales se niegan porque, argumentan, la empresa la introdujo en Alemania en 1993 y la aplica desde entonces. Es decir, consideran que la dirección aprovecha una fórmula excepcional para perpetuarla en la gestión cotidiana. Ni los pactos de flexibilidad pueden ser una táctica que se maneja sin convicción sobre el futuro ni los sindicatos pueden cerrarse a discutir remedios que apuesten por la supervivencia.
El conflicto obliga a pensar a medio plazo en problemas similares que puedan producirse en otra zona o sector, en el marco de la globalización. Un marco en el que la diferencia de costes salariales, si se suprimen rigideces que impidan administrar una coyuntura penosa, no son el único factor a considerar; como demuestra la propia Volkswagen haciendo regresar a Alemania producción que se había llevado a otros lugares.
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