El tétrico brillo de la invalidez

Corrida larguísima, más de dos horas y media, con la poca historia de los peores diagnósticos traumatológicos que podrían haberse hecho con un manojo de toros inservibles, reumáticos perdidos o quién sabe qué. De esos que hocican, pierden las manos, pierden los cuartos traseros y en esa postura quedan sin importarles un bledo lo que se pueda decir de ellos. La exhibición taurina de ayer no tuvo desperdicio y hay que buscarle urgente solución a este ridículo problema de los toros que se caen, porque ya no indigna, sencillamente da risa. Se me ocurre que les doten de angarillas y los correspondientes angarilleros, para que salgan así a la plaza, todo el mundo pueda verlos, se cachondee del acontecimiento y en eso quede todo.

López Chaves se merece contratos a simple vista. Su ardor, su entrega, ese no dar nada por perdido le hacen merecedor de más atención por parte de las empresas. A su segundo, por el que nadie daba un duro, lo exprimió y lo metió de tal manera en la canasta que en toriles, donde quiso el manso, le hizo tragar carros y carretas. Con Juan Diego ya no cabe dudar de su mala pata con los toros. Su primero, que fue lidiado entre protestas por su invalidez, no le ofreció ni tanto así para poder lucirse. El quinto, tampoco. César Jiménez estuvo pulcro, frío y sin exponer. Con el de Aguirre Cobaleda medio se enrabietó pero el trasteo resultó deslavazado y sin entidad.