Un distante 'Tristán e Isolda' en Bayreuth
No era fácil el reto. La nueva producción de Tristán e Isolda que inauguró la noche del lunes el festival de Bayreuth sucedía en el teatro de la verde colina nada menos que a la de Daniel Barenboim y Heiner Müller, con Waltraud Meier de cabeza de cartel. El director del Festival, Wolfgang Wagner, calibró con agudeza las dificultades y optó por una de sus típicas huidas hacia adelante, invitando como director musical a Eiji Oue, el primer japonés que dirigía aquí en los 129 años de historia wagneriana de Bayreuth. La elección levantó reticencias por mucho que el director de Hiroshima sea bastante familiar en Alemania. El veredicto del público fue, en líneas generales, favorable. La segunda baza de Wolfgang Wagner era asignar la dirección escénica al controvertido,en ocasiones genial, director suizo Christoph Marthaler. Su estética fue rechazada con contundencia, y el abucheo recibido, de los que impresionan. La gran triunfadora de la noche fue, en cualquier caso, la cantante sueca Nina Stemme en el complejo papel de Isolda.
No fue, digámoslo de entrada, una representación de las que hacen historia. Fundamentalmente, porque la emoción llegó con cuentagotas. Y eso, en una ópera como Tristán e Isolda, es difícil de asimilar. Al finalizar el segundo acto la ópera no había acabado de arrancar. La dirección musical era descriptiva, analítica, limpia, pero no alcanzaba el clima de pasión capaz de describir ese amor y deseo más allá de la muerte, esa disolución del yo, ese "perder la cabeza" que le gusta decir a Carlos Castilla del Pino. Era, por decirlo de alguna manera, una dirección neutral. Impecable, pero distante. Los cantantes estaban contenidos. La más suelta, Nina Stemme, se mostraba con fuerza, pero sin misterio.
En cuanto a la puesta en escena, era evidente que transmitía no ya distancia, sino frialdad: el primer acto, con un espacio de sillas que recordaba a Café Müller, de Pina Bausch; el segundo, con una Isolda bobalicona después de tomar el filtro, como drogada. Las cosas cambiaron en el último acto, gracias a la entrega que puso Robert Dean Smith como Tristán, cantando al límite de la tesitura. Y ahí sí llegó la esperada pasión.
No estuvo afortunado Andreas Schmidt como Kurwenal y se mostraron seguros Petra Lang como Brangäne y Kwangchul Youn como Rey Marke.

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