El Estatuto
Estamos peor que en 1982. Entonces, cuando lo del magnolio, el estatuto se perfilaba bajo una atmósfera contaminada por el post-franquismo que alimentó la irracionalidad "blavera" en la que cayó la propia UCD propiciando la denominada "batalla de Valencia". Había que buscar un consenso, a pesar de que en el País Valenciano había ganado la izquierda por mayoría. Era lógico que el Estatuto fuese fruto del consenso. Sólo que fue la izquierda la que tuvo que ceder en buena parte a las pretensiones de la derecha. El Estatuto tenía que pasar por el fielato del Congreso de los Diputados, que es quien tiene la última palabra. Y allí tenía mayoría la derecha. Ahora las circunstancias han cambiado. Después de casi un cuarto de siglo, el clima ya no es el mismo. Las aguas están más tranquilas. Y si en las Cortes Valencianas tiene mayoría la derecha, en el Congreso es la izquierda la que domina. Y lo que uno no comprende es la prisa del PSPV porque el estatuto valenciano fuese el primero. Había tiempo por delante para prolongar la discusión sobre el Estatuto con más calma, y con más firmeza por parte de la izquierda en defender sus propuestas. Decía Joan Ignasi Pla que la rebaja del 5% no se pudo llevar a cabo porque el PP no cedía. Pues usted, señor Pla, tampoco, y a ver qué pasa. Ya se cedió bastante en 1982. No hay ninguna prisa. Lo mismo que la denominación de esta tierra o la unidad de la lengua. Y encima se acepta esa estupidez del señor Camps de proponer que el Estatuto contenga una cláusula según la cual, se incorporarán al mismo, "ipso facto", las competencias asumidas por otras comunidades y que no figuren en el nuestro. Es como el niño que quiere, también, los juguetes de sus hermanos mayores. Un político tiene que saber qué competencias necesita que figuren en el Estatuto para mejor poder llevar a cabo el máximo autogobierno. En fin, otra ocasión perdida. Primero fue el Estatuto del magnolio. Ahora el del ficus. Han pasado más de veinte años y apenas hemos avanzado. Pero, eso sí, ¡habremos sido los primeros! Qué hi farem!
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