65.203 personas solidarias se aburren
El Bernabéu recupera su color tras el aviso de bomba en el partido de la 'Lucha Contra la Pobreza'

Gracias a la ONU, el pueblo de Madrid vio el punto donde se reflejan todos los puntos. Vio a Fernando Torres tirar paredes con Emilio Butragueño; vio a Panucci intentar un vano marcaje a Michael Scumacher; vio a Pachón interactuar con Sun Xiang y vio al prosaico Suazo; vio al histórico Suker y al no menos museístico Mijatovic. Vio a Redondo enfrentado a Mascherano; y a Carlos Sainz, ex piloto de Citroën, lanzar tres penaltis con éxito a Cañizares. Si "el pueblo de Madrid", en palabras de Ronaldo, no consiguió ver otro prodigio fue porque el patinaje sobre hielo lo impidió: hace una semana, Paul Gascoigne, mítico diez de Inglaterra, sufrió una caída mientras progresaba por el deslizante elemento y el médico le aconsejó no saltar al terreno de juego. Esa fue la versión de Gascoigne, que se tocó el cuello para mostrar la parte lesionada, ayer en conferencia de prensa.
Fernando Torres fue pitado continuamente, pese a que fue sensible a la falta de formalismos
Por lo demás, hubo 65.203 personas que acudieron a retirar su entrada -¿pagaron?- a las taquillas del Bernabéu, sede ayer del llamado Partido Contra la Pobreza. El evento, de índole caritativa, fue organizado en su segunda edición por la FIFA y por la ONU, a cuyo Programa para el Desarrollo irán destinados los fondos obtenidos. La entrada gratuita libró a la voluntad de los asistentes la entrega de una cantidad y dificultó el cálculo inmediato del dinero que se destinará a la lucha contra la pobreza a resultas del partido amistoso. Zidane y Ronaldo, que desde su nacimiento han exhibido sorprendentes aptitudes de multiplicación de bienes, son, además de embajadores de la ONU, el símbolo de estos partidos. Ambos equipos empataron a 4 goles.
El encuentro sirvió para restituir la normalidad perdida en el Bernabéu el domingo pasado, cuando una amenaza de bomba obligó a desalojar el campo. El incidente, sin precedentes en la historia del fútbol español, suspendió el partido de Liga que jugaban el Madrid y la Real Sociedad en el minuto 87. Por otra parte, el Bernabéu demostró que incluso en espectáculos de vocación humanitaria, es irreductible a la aceptación de gentes que visten de otro color. Fue el caso del rojiblanco Torres, pitado continuamente a pesar de ser uno de los pocos que se mostró sensible a la falta de formalismos y dedicó la noche de ayer a divertirse haciendo regates raros. La participación de los demás, jugadores y pilotos, salvando alguna excepción, constató que los futbolistas son un gremio esotérico. Llegado cierto punto en sus carreras, se muestran incapaces de echar un partido sin cuidar dibujos, guardar posiciones, conducirse con disciplina táctica y tomar precauciones. Aunque no haya nada en juego, se autoimponen obligaciones, formas, protocolos y uniformes.
Ante este espectáculo atildado y estéril, el público asistente, el pueblo, en lucha contra la pobreza, se aburrió considerablemente. Hizo la ola, porfió, celebró a Mijatovic, a Ronaldo, a Redondo, y se quedó sin ver estrellas que le habían prometido que vería. Los aficionados que ayer acudieron al campo se encontraron con que no estaban Vieri, Totti, Robinho, Adriano, o Hierro. Sí comparecieron personalidades no anunciadas, como Valdo, Bonfin, Manchev, Lincoln o el ya mencionado Sun Xiang.
El árbitro italiano Pierluigi Collina reguló la contienda, sin más incidentes que los decisivos goles de Tristán y la invasión del campo que protagonizó un acólito de Beckham en pos de un abrazo inolvidable en una noche de lucha que pronto pasará al olvido.


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