"Lo peor ha sido el susto"

"Lo peor ha sido el susto", explicó ayer Bernardo Prenal, de 70 años, que viajaba con su esposa, Celia Alfaro, de 63 años, cuando se produjo el accidente. La pareja volvía de visitar a un familiar en un hospital y después del accidente tuvieron que recibir cuidados en otro centro, donde fueron atendidos de unas contracciones en las vértebras cervicales. Prenal explicó que normalmente él y su esposa prefieren el autobús, pero que ayer, por una cuestión de rapidez, decidieron viajar en metro. En cuanto al golpe, aseguró que fue "muy seco", y precisó que su mujer necesitó que la sacaran en brazos. "No tiene nada roto, pero no puede andar", se lamentaba.

"Estuvimos una hora larga en el interior del primer vagón", afirmó Prenal. Después de ese tiempo, que, según sus propias palabras, se hizo eterno, los servicios de emergencia pudieron entrar en el convoy y comenzar a rescatar a los viajeros, algunos de los cuales salieron por su propio pie.

Prenal, que entraba y salía nervioso de las urgencias del hospital de Vall d'Hebron de Barcelona, se quejaba de la lentitud con que estaban atendiendo a su mujer. "Necesitamos una ambulancia para trasladar a mi esposa a casa, y ya hace tres horas que esperamos", sentenció.

Otro de los heridos, Juan Ramón Domínguez, de 78 años, volvía a su casa en el metro después de su habitual paseo dominical por la playa de la Vila Olímpica. Momentos antes del accidente, el viajero se entretenía completando un crucigrama. "De repente el lápiz ha volado por un lado y el cuaderno por otro", relató.

El hombre sufrió contusiones en el brazo y la rodilla, aunque no les dio mayor importancia en un primer momento. Tras aguardar media hora en el túnel donde se produjo el accidente, Domínguez decidió marcharse a su casa. Una vez allí, y tras ducharse, comenzó a sentirse peor. Entonces, llamó a su hija para que le acompañase al hospital. El viajero, que se mostraba animado después del susto vivido, relató que había confusión en el interior del vagón hasta que pudieron rescatarles. Él mismo prestó una pequeña toalla de playa a un joven francés que se había dado "un golpe muy fuerte en la boca y la nariz y estaba sangrando".