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MATANZA EN RUSIA | La zona del conflicto

Temor a que la tragedia de Beslán provoque una ola de odio en la región del Cáucaso

Las tensiones entre las diferentes etnias de la zona pueden reavivar los enfrentamientos de 1992

Pilar Bonet

"Tendremos suerte si las muertes se acaban aquí". El osetio Yuri Kalágov, un hombre influyente del pueblo de Chermén, que en el pasado fue maestro y dirigente de una explotación agrícola, se expresaba así en esta localidad, donde se ha logrado una cierta convivencia entre osetios e ingushes, tras los brutales enfrentamientos en 1992, que causaron miles de muertos. Esta convivencia, trabajosamente conseguida, está ahora amenazada por las secuelas del secuestro de la escuela de la cercana Beslán, ya que entre los secuestradores, además de chechenos, podría haber habido ingushes.

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"Los jóvenes habían planeado un mitin para pasar a la acción, pero conseguimos atajarlo", Kalágov, un sexagenario, habla en nombre suyo y de otros hombres maduros con "suficiente entendimiento para comprender que debemos evitar otra guerra, porque la violencia sólo genera más violencia y debemos entendernos, porque no podemos cambiar de emplazamiento geográfico ni de vecinos".

"Esta noche volveremos a visitar a los jóvenes más exaltados del pueblo. Sabemos quiénes son. Les vigilamos. Iremos por sus casas, hablaremos con ellos. Trataremos de convencerles de que no deben dejarse arrastrar por el deseo de venganza", dice. En el pueblo aún existe un consejo de ancianos que, siguiendo las tradiciones del Cáucaso, interviene en cuestiones morales o en conflictos de la comunidad. Tras los sucesos de Beslán, se han puesto en acción.

"Los servicios de seguridad se mantienen alerta y nosotros logramos evitar que los jóvenes formulen concretamente un objetivo de venganza, pero si les dejamos que lo hagan, querrán atacar a quien tienen más cerca, y ésos son los ingushes que viven aquí", afirma Kagálov, que tiene un pequeño negocio de materiales de construcción. Uno de sus clientes, un ingush local, se suma a la conversación. Dice ser chófer de un alto dirigente de Ingushetia y asegura que su hermano salió ileso de milagro cuando los guerrilleros atacaron Nazrán, la capital de la república. En Chermén, donde vive con su esposa y tres hijos, se siente seguro.

Chermén, que pertenece administrativamente a Osetia del Norte, está en la región de Prígorodni, en la frontera con Ingushetia. Los violentos enfrentamientos étnicos que tuvieron lugar aquí en 1992 son interpretados aún hoy en clave diferente por las dos comunidades vecinas. Su origen es histórico, ya que la región de Prígorodni había pertenecido a la república de Checheno-Ingushetia, antes de que Stalin durante la II Guerra Mundial deportara a ingushes y chechenos a Asia Central, por considerar que éstos, a diferencia de los osetios (a los que no deportó), podían colaborar con los alemanes. La región pasó a depender de Osetia del Norte, pero los ingushes siempre la consideraron parte de su territorio. Cuando Chechenia se enfrentó a Moscú y los ingushes tuvieron que definir un territorio propio como nueva unidad administrativa rusa separada de Chechenia, Prígorodni se convirtió en un objetivo. Detrás del detonante concreto de la violencia, había también un proceso de reasentamiento provocado por el desmoronamiento de la URSS, que aún no ha concluido en el Cáucaso. En los noventa, desde Osetia del Sur (en Georgia) llegaron refugiados de la guerra con Tbilisi, y muchos se instalaron en Prígorodni. Del Este llegaron los ingushes, reivindicando su territorio. Bastó una chispa y el resultado fueron miles de muertos. Hoy, aquellos sucesos planean como una amenaza. En Chermén viven 8.000 personas. Hay osetios, incluidos los emigrantes de Osetia del Sur, e ingushes, que han regresado tras haber huido a Ingushetia.

"Poco a poco se han vuelto a crear lazos de convivencia entre las dos comunidades. Para el nuevo año escolar se había planeado crear clases mixtas y no grupos separados de ingushes y osetios como veníamos haciendo. No sé qué pasará", señala Kalágov. Cuenta el maestro que estos días ha tenido que calmar a chechenos y ingushes de la localidad, que temían ser atacados. De momento, la frontera con Ingushetia estaba ayer cerrada. En la plaza central de Chermén, un monumento con una antorcha encendida recuerda a los 39 policías que murieron en octubre del 92. Sobre la piedra está grabada la palabra "paisanos" sin más. Pero la comunidad y la etnia de origen son un punto de referencia básico en el Cáucaso.

Familiares y vecinos velan el cuerpo de Teimuraz Morgoyev, un niño de ocho años muerto durante el secuestro en la escuela de Beslán.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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